"ID VOSOTROS A MI VIÑA"
"Había un dueño de casa que
plantó una viña,... la alquiló a unos trabajadores y se fue a un país lejano.
Cuando llegó el tiempo de la vendimia, el dueño mandó a sus sirvientes donde
los trabajadores para que cobraran su parte de la cosecha. Pero los trabajadores
tomaron a los enviados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo
apedrearon".
Después, la parábola de Jesús,
narra que el dueño envió a otros servidores, pero los trataron igualmente. Por
último mandó a su hijo, pensando que por ser su hijo lo respetarían, pero los
trabajadores se dijeron: "Éste es el heredero; matémoslo y nos quedaremos
con su herencia".
El dueño de la viña es Dios
Padre. La viña es su pueblo, y hoy día, el Pueblo de Dios. Los trabajadores son
sus líderes durante el transcurso de la antigua Alianza. Hoy son los militantes
de Iglesia. Sucede que tanto unos como otros, no siempre actuarían bien; no
darían los frutos esperados por Dios.
Los primeros y segundos enviados
son los profetas. Los líderes de la viña durante el transcurso de la antigua
Alianza, maltrataron a los profetas. Y al "hijo" de la parábola lo
rechazaron y lo mataron. Éste es Jesús, el Hijo de Dios y Hombre verdadero, que
no obstante su muerte, y siendo uno solo, venció a la muerte y el pecado,
asegurándonos, que a pesar de las dificultades de "su viña" al
transcurso de los siglos, él estará siempre con ella, y que las puertas del
infierno no podrán con ella:
Jesús nos narra esta parábola y
tenemos que aplicarla al hoy de nuestros días.
Jesús, nos está diciendo, que hoy
en "su viña" tenemos que dar "los frutos que corresponden, y que
los demos a su tiempo", de acuerdo a los desafíos del mundo contemporáneo.
Y, ¿cuáles son los frutos que
Dios espera de nosotros, y en forma absoluta, hasta el punto que si no los
damos nos quitará el Reino y lo entregará a otros?
Por supuesto son los frutos
propios de los hombres y mujeres del Evangelio, como los frutos propios de la
viña son las uvas.
Este es el pecado, que Jesús
llamaba "fariseísmo"; es el pecado de los que toman por su cuenta y a
su manera la "viña", acomodándose a su egoísmo, es decir, toman a su
modo, la religión, y la entienden a su manera, y la hacen dar frutos falsos
.¿Cuántas veces no hemos oído de gente de Iglesia: 'yo soy católico a mi manera'?
Esos son los conformistas, que se conforman tempranamente. Su amor a Jesús y a
su Iglesia se entibia rápidamente. En algunos se termina, y en otros se produce
una dicotomía absurda: 'Yo amo a Jesús pero no creo en la Iglesia'. Se parece
al que dice: 'Yo amo a Dios y no a los demás'. A ambos Jesús los llamará
mentirosos. Así, como Jesús dice: "Quien dice amar a Dios y no ama a su
hermano es un mentiroso". Así sucede también con el que diciéndose
católico, dice:
'Creo en Jesús y no en la
Iglesia; a la Iglesia la rechazo o la acepto a mi manera. Recordemos sólo unas
solas palabras de Jesús: "Quien a vosotros oye a mí me oye. Quien a
vosotros rechaza o desoye a mí me rechaza o desoye". Cristo y la Iglesia
son uno como lo son los esposos. San Pablo a los Efesios, en capítulo 5,
compara el amor y la unión para siempre de los esposos, con el amor y unión de
Cristo con su Iglesia.
Entenderemos mejor, los frutos,
que Jesús espera de nosotros, si recordamos otra parábola, que nos aclara la
del Evangelio de hoy día. Se trata de la parábola de la vid y los sarmientos
(Leer Jn. 15, 1 y ss).
Jesús es la vid, nosotros los
sarmientos. Para que el sarmiento de la viña produzca fruto, debe estar unido a
la vid. Jesús quiere decirnos que no encontrará fruto de nosotros si no tenemos
una fe muy grande en Él. Si no tenemos una unión íntima con Jesús; una amistad
cultivada en la oración y en la Eucaristía. Si Jesús no habita en mi vida no
puedo ni podré dar frutos y frutos de vida eterna:
"Si alguien permanece en mí,
y yo en él, produce mucho fruto, pero sin mí no pueden hacer nada".
¿Cómo lograr justicia, amor y
fraternidad cuando mi influencia es pequeña y no somos gobernantes ni hacemos
las leyes? ¿Cómo hacer que el fruto exigido por Cristo no se quede ni se
encierre en nosotros mismos? Es verdad que no siempre podemos influir en toda
la sociedad. Pero sí podemos hacerlo aunque sea en una sola parte de ella, así
como la viña se divide en parcelas. Podemos hacerlo en nuestro medio de
trabajo, en nuestro ambiente familiar, en la Junta de Vecinos, en cualquier
comunidad humana. Podemos, en todas estas instancias, sembrar solidaridad,
justicia, fraternidad y cristianismo.
Si todos los cristianos
cumplieran con su deber de dar buen fruto, toda la viña, toda la sociedad se acercaría más y más al
sueño de Cristo y a los frutos que Él espera de nosotros.
El Amor de Cristo nos urge".
¡El pobre es Cristo! Es Jesús el que tiene hambre y sed; es Jesús, el que
decimos amar y creer en él, el que esta forastero, sin vivienda. Es Jesús el
sin ropa y que tiene frío a la intemperie. Jesús es, hoy día, el que está
enfermo, sufriendo y teniendo, en la práctica, una salud inaccesible. Jesús
está en la cárcel, Y todos los pobres, ¿son acaso Cristo hoy de nuevo
crucificado en nuestra sociedad?
Comentarios
Publicar un comentario