LA MIRADA DE UN POBRE

LA MIRADA DE UN POBRE
Amar y servir a los más pequeños y a los más necesitados es una de las obras más hermosas que podemos realizar. Llena nuestros corazones de alegría y nos hacer experimentar que nosotros, en realidad, somos los más necesitados; que siempre recibimos más de lo que damos y que realmente, el rostro y la mirada de Dios –cuando lo veamos en el cielo– se va a parecer mucho a la de una de esas personas sencillas que nos cruzamos en plena calle.

«La pobreza cristiana es que yo doy de lo mío y no de lo superfluo, incluso de lo necesario al pobre, porque sé que él me enriquece. ¿Y por qué me enriquece el pobre? Porque Jesús ha dicho que Él mismo está en el pobre. Cuando me despojo de algo, pero no solo de lo superfluo, para dar a un pobre, a una comunidad pobre, esto “me enriquece”. Jesús actúa en mí cuando hago esto y Jesús obra en él, para enriquecerme cuando hago esto» (Papa Francisco).

Él y yo somos Hijos de Dios, por lo tanto somos hermanos. La dignidad y el valor de una persona no radican en lo que tiene, en su condición material, tampoco en sus capacidades, simplemente vale por ser un ser humano, fruto de un pensamiento de amor de Dios, nuestro Padre. ¿Cómo no salir a su encuentro si somos hijos de un mismo Padre? ¿Cómo no amarlo si tiene mi misma dignidad?
Él me muestra el rostro de Cristo y me ayuda a darme cuenta de cuanto lo amo. El Señor Jesús durante toda su vida mostró un amor preferencial por los más pobres, por aquellos que más sufrían. Él se encarnó, se hizo hombre para unirse al hombre que sufre. Él asume el sufrimiento para solidarizarse con los dolores y padecimientos de cada hombre. ¿Cómo no percibir que aquel que sufre y es pobre es reflejo del rostro de Cristo sufriente, que me invita a servirlo y acogerlo con el mismo amor que Él me ha tenido?. Se cumple así su Palabra al decirnos: «Cada vez que no lo hicisteis con uno de estos más pequeños, a mí me lo hicisteis».

«Hay más alegría en dar que en recibir», esta es una realidad que solo es posible creer cuando se vive. A veces creemos que somos nosotros los que vamos a ayudar a los demás y por el contrario, nos damos cuenta que cuando servimos con amor, con dedicación y con generosidad a alguno de estos hermanos más pobres, recibimos más, nos damos cuenta de cuánto necesitamos y que también nosotros tenemos nuestra pobreza. Así se nos llena el corazón de una auténtica y profunda alegría, se renueva nuestra esperanza en que es posible transformar el mundo y nuestro corazón arde con un mayor amor y con un mayor deseo de dar a los demás.

Descubrir la riqueza del otro y la riqueza propia en cada lugar en el que me encuentro, porque sin duda todos somos carentes de algo, pero a la vez ¡somos tan ricos aquellos que tenemos a Dios y vemos su presencia en el misterio de la vida de cada persona! Recordemos que nuestra vocación primera es el Amor.

A veces cuando nos encontramos con personas que carecen de lo material, pensamos que ellos son los más pobres y necesitados: «no tienen suficiente dinero, la comida les falta, no tiene cómo comprar un vestido, un juguete… son tan miserables!» Sin embargo, es muy frecuente que quien carece de lo que el mundo valora como lo más importante, como el dinero o las cosas materiales, percibe que lo esencial es aquello que no puede comprarse con todo el dinero del mundo: El amor, la familia, la amistad, la esperanza, la alegría de lo sencillo, etc.

Necesitamos profundizar en la comprensión de la opción por los pobres, porque los pobres los sin techo nos abren el camino al Dios de Jesucristo. Que pobreza es para los que tenemos un techo no reconocer nuestra propia pobreza. Os invitaría a pasear por las calles de nuestra ciudad llena de luces navideñas, escaparates con luces de colores, etc. Que contraste es ver a un “pobre sin techo” refugiado entre cartones y mantas para sobrellevar el relente de la noche y sabéis porque? Porque no se fían de nuestros refugios, albergues, ¿y cómo me diréis?  Pues sencillo porque no encuentran el calor del hogar y prefieren estar en la calle con su soledad y su dolor.

En Palma nuestra querida ciudad, hay un hogar “Can Gazá” dirigido por nuestro amigo y hermano Jaume Santandreu, que supo “mirar a los ojos de los más pobres de nuestra ciudad” los excluidos, los sin hogar, etc. Mientras tanto mansiones vacías, casas abandonadas a su suerte, etc. Corazones cerrados a cal y canto, por no saber mirar como miraría Cristo el Señor, y nos conformamos en “Operación kilo” para los pobres,  cuando es para seguir con la conciencia adormecida y tranquilizada por el hecho que ya hemos hecho algo. NO es a modo de critica que lo digo, porque si se hace es para un bien social. Pero es un ir más allá que lo digo, supongo que me entendéis, como sociedad cristianizada, con valores.  

Los POBRES DE VERDAD, somos nosotros, los que presumimos de coche nuevo, de un dinerito ahorrado en el banco, de una casa con calefacción y aire acondicionado, etc. Pobres sí, pero de corazón, porque damos lo que nos sobra.

Otra ONG – Misol,  que se patea las calles de Palma con jóvenes y adultos de varias parroquias, algunos miembros de la parroquia de la Vileta,  y del grupo Fraternidad de Emaús de la misma, y con su párroco al frente,  ofreciendo tapers con cena caliente, chocolate, fruta, mantas, ropa, en la cual hoy  he hecho una ruta, y  he comprobado que en el “dar, se reciba más de lo que se da. Ha sido una experiencia que me ha abierto los ojos, bendito sea Dios!!.
Os invito a hacer lo mismo.

Paz y Bien

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