TARDE TE AME, BONDAD INFINITA
Tarde te ame, bondad infinita.
"A la tarde te examinarán en el amor.
Aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición" Trataremos de comentar que nos dice esta
invitación, a través de las enseñanzas que nos deja la experiencia de Dios de
Santa Teresa de Jesús, de San Juan de la Cruz y de San Agustín.
1. DEJAR NUESTRA SORDERA PARA OÍR A DIOS,
DEJAR LA CEGUERA PARA VER SU LUZ.
San Agustín, no es una santo Carmelita,
pero podemos destacar la influencia de este santo en Teresa de Jesús y San Juan
de la Cruz. En efecto, declara la santa Madre Teresa de Jesús: “Como comencé a
leer las Confesiones (de San Agustín), paréceme me veía yo allí. Comencé a
encomendarme mucho a este glorioso santo. Cuando llegué a su conversión y leí
cómo oyó aquella voz en el huerto no me parece sino que el Señor me la dio a
mí, según sintió mi corazón. Estuve por gran rato que toda me deshacía en
lágrimas y entre mí misma con gran aflicción y fatiga.”).
San Juan de la Cruz también leyó y se fijó
en San Agustín, lo dice al comentar la primera estrofa del Cántico espiritual,
en específico el primer verso “¿Adónde te escondiste Amado y me dejaste con
gemido?, dice el santo: “Que, por eso, san Agustín, hablando en los Soliloquios
(monólogos) con Dios, decía: No te hallaba, Señor, de fuera, porque mal te
buscaba fuera, que estabas dentro. Está, pues, Dios en el alma escondido, y ahí
le ha de buscar con amor el buen contemplativo, diciendo: ¿Adónde te
escondiste?”
San Agustín, con su vida nos muestra la
misericordia de Dios en los hombres, él fue un pecador como mucho de todos nosotros,
con su vida, relatada tan honestamente por él en el libro confesiones, nos
enseña que el camino a la santidad comienza cuando se reconoce la grandeza y
majestad de Dios y se enciende en deseos de alabarle. Pero también nos enseña a
dejar nuestra sordera para oír a Dios, a dejar la ceguera para ver su luz, y
gustar de su dulzura, dejarse tocar y encender sus deseos de abrazarle, de
amarle como él quiere ser amado y luego de dejar su condición.
“TARDE OS AMÉ, DIOS MÍO, HERMOSURA TAN ANTIGUA Y TAN NUEVA
San Agustín a los 33 años se convierte al
cristianismo por influencia del obispo Ambrosio de Milán, en el año 387, cuatro
años más tarde es ordenado sacerdote y cinco años después es ordenado obispo de
Hipona (Argelia). Como podemos observar, él ya era un hombre adulto cuando inicia su proceso de conversión, y así
él lo relata en sus confesiones, con estas bellísimas palabras que nos invitan
a meditar:
“Tarde os amé, Dios mío, hermosura tan
antigua y tan nueva; tarde os amé. Vos estabais dentro de mi alma y yo
distraído fuera, y allí mismo os buscaba; y perdiendo la hermosura de mi alma,
me dejaba llevar de estas hermosas criaturas exteriores que Vos habéis creado.
De lo que infiero que Vos estabais conmigo y yo no estaba con Vos; y me
alejaban y tenían muy apartado de Vos aquellas mismas cosas que no tuvieran ser
si no estuvieran en Vos. Pero Vos me llamasteis y disteis tales voces a mi
alma, que cedió a vuestras voces mi sordera. Brillo tanto vuestra luz, fue tan
grande vuestro resplandor, que ahuyento mi ceguedad. Hicisteis que llegase
hasta mi vuestra fragancia, y tomando aliento respiré con ella, y suspiro y
anhelo ya por Vos. Me disteis a gustar vuestra dulzura, y ha excitado en mi
alma un hambre y sed muy viva. En fin, Señor, me tocasteis y me encendí en
deseos de abrazaros.” (Confesiones, Libro X, Capitulo XXVII)
Observemos algunos detalles: “Tarde os
amé.” Nunca es tarde para amar. Entonces no nos preocupemos cuando hemos
descubierto lo mucho que Dios nos ama y a qué edad nos hemos propuesto a amarle.
Como dice el Eclesiastés, hay un tiempo para amar. Lo que importa es
que nos dispongamos a amarle, como él quiere ser amado.
Otro detalle, no siempre nos damos cuenta
lo cercano que esta Dios en nosotros, Teresa de Jesús enseña a sus hijas las monjas;
“Por paso que hable, está tan cerca que nos oirá; ni ha menester (necesario)
alas para ir a buscarle, sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí y no
extrañarse de tan buen huésped; sino con gran humildad hablarle como a Padre,
pedirle como a Padre, contarle sus trabajos, pedirle remedio para ellos” San
Agustín dice; “estabais dentro de mi alma y yo distraído fuera, y allí mismo os
buscaba; y perdiendo la hermosura de mi alma, me dejaba llevar de estas
hermosas criaturas exteriores que Vos habéis creado.” Ambos textos se
complementan Teresa nos dice que podemos hallar a Dios dentro de nosotros y San
Agustín reconoce tarde que ya vivía dentro de él. De eso nos examinaran, si nos
hemos dado cuenta de quién es ese tan buen huésped, de lo mucho que nos ama,
tanto como a su Hijo Jesucristo y si nosotros lo amamos como él quiere “ser
amado”, y si no lo hemos hecho, antes de que se haga noche aprender a amarlo y
dejar nuestra condición de vivir solo para el exterior para no perder las
hermosura del alma.
Otro detalle, dice San Agustín: “Vos
estabais conmigo y yo no estaba con Vos” y sigue más adelante: “Pero Vos me
llamasteis y disteis tales voces a mi alma, que cedió a vuestras voces mi
sordera”. Hay también un tiempo para atender el llamado de Dios, algunos, como
los de la parábola de la viña (Mt 20,1) que les llama a trabajar primero por la
mañana y a otros después por la tarde y ordena a su administrador que a todos
les pague lo mismo. Lo que importa, no es a la hora que se fue llamado, sino
que la disposición de ir a servir y atender lo que le Señor pide, que le
amemos. Dice en el Evangelio de San Juan: “El que tiene mis mandamientos y los
guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le
amaré y me manifestaré a él.” (Jn 14,21)
“QUIENES DE VERAS AMAN A DIOS, TODO LO BUENO AMAN
Teresa de Jesús, también aprende a amar
como Dios quiere ser amado y pide que contentemos al amado dejando nuestra
condición. Escribe ella en Camino de Perfección; “Quienes de veras aman a Dios,
todo lo bueno aman, todo lo bueno quieren, todo lo bueno favorecen, todo lo
bueno loan (alaban), con los buenos se juntan siempre y los favorecen y
defienden; no aman sino verdades y cosa que sea digna de amar. ¿Pensáis que es
posible, quien muy de veras ama a Dios, amar vanidades? Ni puede, ni riquezas,
ni cosas del mundo, de deleites, ni honras,
Dios Padre, ama a su Hijo del mismo modo
como nos ama a todos nosotros, ni más ni menos, y lo único que Dios nos pide es
que le amenos, es decir que aprendamos a amarle como él quiere ser amado
para contentarle. Y lo grandioso es que Dios está esperando siempre mucho
más de lo que nosotros esperamos de él.
Y
si lo hemos dejado, sale a nuestro encuentro, como la parábola del padre
misericordioso que esta fuera de su casa esperando el regreso de su hijo que lo
había abandonado y que “cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se
conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó”. (Lc 15,20)
Su padre no estaba sentado esperándolo, está afuera, y al verlo venir se
compadecido de él y corrió a él, llenándole de cariño. Es un símbolo de la
providencia misericordiosa de Dios. El beso es signo de perdón. La misericordia
de Dios, no solamente no castiga al que un día lo abandono, sino que lo espera,
le ofrece el perdón. Y cuando vuelve al padre, este, lo recibe brazos abiertos
y no le pregunta nada, no le echa en cara su mala conducta anterior, no le
recuerda que fue ingrato, al contrario, siente compasión y lo hace antes del
arrepentimiento de su hijo, ante un cambio de su condición, ante un cambio de
actitud.
A LA TARDE TE EXAMINARÁN EN EL AMOR. APRENDE A AMAR COMO DIOS QUIERE SER
AMADO Y DEJA TU CONDICIÓN"
Este dicho de amor y luz es una invitación
que nos hace San Juan de la Cruz: "A la tarde te examinarán en el
amor. Aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición"
A la tarde es una hora avanzada del día,
también es la proximidad de la noche, pero no es el final de la jornada. Por la
tarde aún hay luz. A la tarde nos examinaran, nos sondearán, pero no quiere
decir que nos juzgaran ni tampoco quien nos calificará por lo que hemos hecho.
A la tarde es el tiempo para que caigamos en la cuenta que Dios, vive en
nuestra alma, y que nosotros vivimos desatento por tan apreciado huésped.
Entonces debemos entender las palabras de san Juan de la Cruz: "A
la tarde te examinarán en el amor. Aprende a amar como Dios quiere ser amado y
deja tu condición", como una invitación a que amemos a Dios como
él quiere, ya que él no espera otra cosa que le amemos y que en él amemos a
nuestros hermanos. Y que le busquemos “con amor puro y sencillo.”
Es así, como no quiere decir San Juan de
la Cruz, aquello de que el atardecer de la vida es la tarde de la muerte y que
en el umbral de la muerte seremos examinados en el amor, aunque hagamos es el
esfuerzo de cambiar a nuestra conveniencia estas palabras dichas por el santo.
Dios en ese momento mismo de la muerte, no hará eso. Cristo no juzgo en el
minuto de la muerte a uno de los malhechores, después de oír su reconocimiento
de culpa: “nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros
hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho.” (Lc 23, 41), y bastó
que este le pidiera; “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino” para
que Jesús le mirara, como dice Teresa de Jesús; “con unos ojos tan hermosos y
piadosos, llenos de lágrimas, y olvidará sus dolores (padecidos en la cruz) por
consolar los vuestros, (como dolores del malhechor) sólo porque os vais vos con
él a consolar y volváis la cabeza a mirarle.” y entonces luego de ese cruce de mirada Jesús
le dijo: “Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso.” (Lc 23, 43)
El examen en el amor que dice el santo
padre Juan de la Cruz se nos hará a la tarde, y es ahora, pero la tarde es
larga. La tarde no acaba con la vida. Todos sabemos que la tarde es el inicio
de la noche, como lo canta San Juan de la Cruz; "iOh noche que guiaste!
iOh noche amable más que la alborada! i Oh noche que juntaste Amado con amada,
amada en el Amado transformada!” (Noche Oscura, 5° estrofa)
Estamos ante una estrofa de amor y una de las
más hermosas. Entonces sucederá todo eso en la noche, cuando se haya entrado en
oscuridad de amor, después de la tarde en que de amor hemos sido reconocidos.
Nada termina entonces en la tarde, sino que todo empieza en ese momento en que
el amor nos ha purificado, porque nos lo han hecho pasar por el examen de la luz.
Es así, como lo que quiere expresar san Juan de la Cruz, es el amor que
continua, una vez purificado y no del amor que ha servido como una condición
para ser juzgados.
A la tarde nos examinarán en el amor, el
amor que sentimos por nuestro Padre, Dios de todos, entonces en esta tarde que
estamos viviendo, oigamos al santo padre Juan de la Cruz, el aprender a amar
como Dios quiere ser amado, intensamente, aceptando su voluntad, sabiendo que
Él sabe muy bien lo que es bueno para nosotros y dejemos nuestra condición, es
decir el estado en que nos encontramos, algunos en situación de olvido, otros
de pena o de desamor. Dice el santo, que “El alma que anda en amor, ni cansa ni
se cansa.
“Señor, me tocasteis y me encendí en
deseos de abrazaros” y de amarte como tú quieres ser amado.
El Señor nos Bendiga
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