¡La vida está en Jerusalén, no en Emaús!
“Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso
a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo “… Lc
24, 15-16
El desconocido de Emaús se acerca a nosotros hoy, en medio
de nuestros hastíos y nuestras decepciones. Dios siempre se acerca a sus hijos.
Nunca los abandona. Dios viene al encuentro de toda mujer, de todo hombre, de
todo niño. Entra en nuestro día que queda iluminado dulcemente por su
Presencia.
Estos dos hombres no han entendido nada. Viven todavía en la
ignorancia de lo que Dios hace en el seno de su existencia. Les han sorprendido
muchas cosas. No consiguen poner orden en ellas; no se dan cuenta de que Dios
quiere hablarles al corazón. Su salvación estará en la palabra libre y
verdadera.
Antes de que se revele el desconocido del camino, deja
hablar, escucha. Hace lo mismo con nosotros. Dios se hace próximo del que le
habla a corazón abierto. Su Amor trabaja en secreto al que se deja acompañar en
la historia de su vida personal.
Después de haber escuchado largamente, Jesús habla. Poco a
poco, sus palabras aportan a estos corazones desconcertados, un sabor, una paz,
una luz que ya no esperaban. La luz de la esperanza ilumina las tinieblas.
La presencia y las palabras del Amado invitan a salir de los
ensimismamientos. Los discípulos entrevén entonces como una nubecita en el
horizonte, del tamaño de una mano humana y que anuncia la lluvia… como gracias
del Señor. Los lazos de fraternidad se tejen así en el seno de una comunidad,
cuando se saben escuchar las palabras surgidas del corazón que un hermano nos
entrega con sencillez.
Y el Espíritu del Señor, en el seno de la comunidad, hace
brotar entonces la oración: ¡Quédate con nosotros! Sé el huésped que ilumina
nuestra jornada y haz iluminar nuestra fraternidad a los ojos del mundo. Para
mantener o volver a encontrar la sed, el deseo, y el sentido de la fraternidad De nuevo aparece la Vida y ya nos llama a
fuera. Dios sorprende. No está donde pensábamos. Nos invita siempre a la
aventura. Es la Presencia que invita a dar un paso más, a abrir una nueva
página. Atrevámonos a abrir nuestro corazón y nuestro espíritu, y dejemos a
Jesús, que camina a nuestro lado, que riegue la vida de nuestras comunidades.
Por el sacramento de la Eucaristía, hace nuestra unidad. Se hace reconocer, es
reconocible, en el pobre y el hermano a quienes se sirve.
Para vivir nuevos caminos de fraternidad, debemos primero
tomar conciencia de que toda nuestra vida es formación, es decir, toda nuestra
vida es una respuesta a una llamada de Cristo a conformarnos con él como
discípulos misioneros. Debemos, sin cesar, dejarnos convertir y evangelizar
personal y comunitariamente. La fraternidad, es un camino que transforma y
transfigura toda nuestra vida, en medio de nuestras fragilidades.
Se manifiesta en nuestras relaciones fraternas con Cristo,
con nuestros hermanos y con aquellos con quienes nos encontramos. Despierta en
nosotros el aliento misionero del carisma, que vivimos en un espíritu de
gratitud, de misericordia y de humildad.
Levantémonos, pues, también nosotros para dar testimonio de
la esperanza que nos habita. La luz ilumina el camino de los que la van a llevar
a sus hermanos. Seamos de ésos. No perdamos el tiempo en mirarnos a nosotros mismos
como en un encierro mortal. Por el contrario, vayamos hacia nuestros hermanos y
hermanas, vayamos hacia los niños y los jóvenes y adultos. Corramos a
anunciarles la Resurrección del Señor. Juntos, seamos los profetas de la
Fraternidad que ha venido a inaugurar Él, el primero de una multitud de hermanos.
Es Él quien hace nuestra unidad. Tejer lazos fraternos, es significar su
Presencia.
¡No tengamos miedo! ¡Salgamos mar adentro para trazar
caminos nuevos de fraternidad, porque el Señor resucitado está ahí y nos
precede siempre!
¡La vida está en Jerusalén, no en Emaús!
¡La vida está en alta mar, no en la orilla!
¡La vida está en las fuentes, no en el desierto!
¡La vida está en el encuentro, no en el repliegue sobre sí
mismo!
¡La vida está en las periferias, no en el centro!
R. Verger
Que bonito es este carisma, fraternidad es la esperanza de la vida en la iglesia
ResponderEliminarInés Díaz
Colombia
Un bon carisma per l'Església de Mallorca, teniu un bon capellà i jove fa una gran tasca d'acompanyament a la vostra fraternitat, ja ens agradaria a molts capellans tenir un laïcat tan compromès com el que hi ha a la Vileta. Ànim i endavant Fraternitat d'Emaús.
ResponderEliminarQue difícil és de vegades ser missatger de bones noves als teus més pròxims, estam en un país que el bo és dolent, i el dolent és bo. sempre hi haurà persones com vosaltres que sàpiguen o puguin donar testimoni. Teniu a un bon capellà Mn Julio és jove i amb molt ímpetu gràcies per fer tant bé a la barriada
ResponderEliminarCarlos
Sa Vileta