¿EN QUE DIOS CREES TÚ?

 


¿En qué dios creo?

 

Qué difícil es mirar otras opciones cuando estas no encajan con nuestros esquemas mentales. Qué complicado es aceptar cosmovisiones diferentes a las de uno mismo. Temor. Desconocimiento. Prejuicios. El miedo es muchas veces el causante de cortar alas o limar picos.

El miedo a quedar prendado por una forma de vivir que implica nadar a contracorriente. El miedo a enamorarse de Alguien que, nos sobrepasa y cuya propuesta se encuentra tan alejada de lo común y tan fuera de lo establecido que nos parece increíble.

 

 Desde el principio, los humanos hemos tenido una mente preparada paralo sobrenatural», «nacemos con cerebros que imperen fuerzas y estructuras ocultas en el mundo real. razón por la cual no podemos atribuir toda la responsabilidad de la propagación de las creencias sobrenaturales a las religiones y las culturas. Las creencias religiosas es la fuerza más poderosa y compleja en la mente humana y con toda probabilidad, una parte inextirpable de la naturaleza humana.

Con esta base y reconociendo que todo ser humano posee esta capacidad de fe (Romanos 12: 3), este sentido de trascendencia, la pregunta que surge es: cómo lo satisfacemos?, ¿de qué manera saciamos esta parte inextirpable de nuestro ser que nos lleva a creer en algo más?

 Hoy en día asistimos no solo a la supervivencia de lo religioso, sino a la producción de formas modernas de religión y sacralidad.  También se diría así; la religión está llamada a transformarse más que a desaparecer.  El hombre es religioso por naturaleza.

Hoy en día la religión, espiritualidad y sentido de trascendencia no se encuentran solamente en la iglesia, el templo, la Biblia (u otros libros sagrados), ni en todo aquello que solemos etiquetar como “religioso.  Estamos rodeados de actitudes, dogmas y tradiciones más profundamente religiosas que la propia religión.  La espiritualidad que hoy vivimos permite un callejeo no comprometido y al gusto de cada uno. Asistimos a un panorama de propuestas trascendentales desde todo tipo de perspectivas, desde la New Age, hasta los nuevos guateques multitudinarios del yoga –que son la última moda.

 

Muchos dicen: «no soy religioso», «no tengo fe», «no creo en.…, o incluso algunos reconocen soy espiritual pero no religioso”, desligándose así de cualquier institución; pero al fin y al cabo, las personas que supuestamente desarrollan esa espiritualidad individual siempre la practican en algún tipo de grupo y siempre está mediada por diferentes entidades.  Huimos de lo “religioso” por las connotaciones negativas que soporta el término, pero no podemos negar nuestra espiritualidad, ni podemos dejar de crear dioses provisionales tratando de llenar nuestra necesidad humana de lo trascendente.

 

 

La pregunta no es si tienes fe o no, si crees o no, sino en que tienes fe o en qué crees: ¿qué dios sacia tu sentido de trascendencia?, ¿en qué ríos de nuevas formas de religiosidad bañamos nuestra fe?, ¿Dónde ponemos nuestras esperanzas e ilusiones?, ¿en qué

lugar encontramos sentido y propósito para nuestra vida?, ¿Quién o qué nos ofrece trascendencia?

Se divinizan ciertas personas, colocando en ellas nuestras esperanzas, deseos y

sentido vital, dotándolas de súper dones o características espirituales que van más

allá de lo que nos podemos imaginar. (Artistas de cine, partidos políticos, jugadores de deportes, etc etc.)  e incluso ciertos “gurús maestros ascendidos como se les llama hoy día”

Otro camino a través del cual muchos satisfacen su sentido de trascendencia son las marcas de ropa, de perfumes, etc. Incluso una espiritualidad con la tarjeta de crédito. Todos necesitamos

creer, y “los consumidores” de hoy tienen tanta necesidad de creer en sus marcas como los griegos en sus mitos.  Consumimos bebidas porque son la “chispa de la vida” muchas veces nos sumergimos en alcohol y estupefacientes para alcanzar el “Nirvana”.

 

Buscamos llenar nuestro sentido de trascendencia a través del consumo de ciertas marcas y creemos en sus poderes salvíficos mediante los que alcanzamos la eterna juventud o somos capaces de destapar la felicidad. Promesas caducas con apariencia de trascendencia. Da la casualidad de que el consumismo también promete la felicidad y además la promete para aquí y ahora y en todos los a horas siguientes es felicidad instantánea y perpetua. Pero son

intentos caducos, anestésicos fugaces y engañosos.

¡No se a que me recuerda esto verdad!  ¿a qué lo habías pensado? Mt. 4

 

Serpientes que nos susurran al oído que consumir “tal fruto/producto” nos convertirá en dioses. los centros comerciales, donde se encuentran los productos de consumo y marcas, y donde ofrendar nuestro dinero a cambio de conseguir el favor de los nuevos dioses. Envolvemos de carácter sagrado y sublime a ciertos objetos y personas.

La trascendencia que desconocemos o mal conocemos de Dios –lo cual nos lleva a su rechazo. y lo buscamos en lo que nos rodea.

 

 Otros rituales y formas trascendentes los buscamos en; La astrología, la brujería, el espiritismo, fantasmas, cartas del tarot, etc.  El dinero, el poder, ascender, el control, el capital, el culto al cuerpo y el yo, son otras formas de fervorosa entrega y sacrificio, de iluminación y superación, de esperanzas y sentido, anhelos y fe.

Los millones de euros que se gastan en productos para no envejecer, la ilusión de quitarse arrugas del rostro, parecer más joven, etc. Pero ya digo “parecer” porque eso es superficial, esa arruga sigue allí, y esos años de menos siguen estando. Todo es una ilusión pasajera. ¿Y para qué?

 

 

No es difícil darse cuenta de que hemos creado y confiado en dioses a imagen y semejanza de nuestros caprichos. Hemos dado carácter sagrado a los objetos y en vez de poseer cosas, las cosas nos poseen a nosotros.  La riqueza material no nos ha traído la prosperidad que esperábamos. Hemos confundido el tener con el ser Sin darnos cuenta tratamos de llenar nuestro ser con el tener, pero necesitamos entender que, para ser completamente, no es

Necesario tener más.

No estoy hablando del ser humano en general, sino de ti y de mí, Hay algo deteriorado

en nosotros que debe ser restaurado. El ser humano necesita ser transformado. Recreado. ¿Devuelto a una vida trascendente y llena, te imaginas vivir considerando a las personas como más importantes que uno mismo? ¿Cómo sería amar incondicionalmente a tu prójimo? ¿Una vida sin “ego” y narcisismo?

 

¿Qué dios es capaz de cambiar el corazón del ser humano?

 

No necesitamos más dioses. Necesitamos a Dios en mayúscula. El ser humano está diseñado para una realidad superior de la que está viviendo. Tenemos la capacidad de creer, de desarrollar una fe que nos permite ver más allá.

Este Dios no lo hemos creado, ¡ha irrumpido directamente en la historia y ha marcado un antes y un después en la humanidad! Ha venido

para liberarnos. Reconectarnos. Trascender nuestro sufrimiento, maldad y muerte.

Responder. Asombrarnos. Amarnos.

Cada día hay problemas y dificultades que superar, pero su Palabra me da la seguridad de que no habrá nada a lo que Él y yo juntos no podamos hacer frente. Me ofrece una guía útil y revolucionaria que me muestra el camino para avanzar seguro y crecer de forma plena, de manera personal y en comunidad, dejando de mirar nuestro ombligo y buscando siempre el

bien del prójimo.

 

¡Por eso y otras razones creo en Dios!

 

Porque ningún actor podría construir un personaje de las características de Jesús. Su personalidad no cabe en la imaginación humana. Fue real, respiró y vivió en esta tierra. Y es que “lo que este hombre decía, era, sencillamente, lo más impresionante que jamás haya sido pronunciado por ningún ser humano”.

 

Porque ante la maldad del hombre, me dice que ha venido para transformarme, liberarme y “darme un nuevo corazón” (Ezequiel 36:26); nuestra vida puede ser diferente aquí y ahora porque sus “planes son de bien y no de mal”

 

Porque ante la muerte me dice que la vida no se acaba aquí, que justo acaba de comenzar cuando acepto una esperanza que se extiende y cumple en un futuro muy próximo con una tierra nueva donde “Él enjugará toda lágrima de los ojos y ya no habrá más muerte, ni llanto ni dolor, porque las primeras cosas pasaron» (Apocalipsis 21:4). Creer en esto es contar con una esperanza que nunca será destruida.

 

Porque ante el sufrimiento me susurra que Él conoce mi dolor: “No temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque Yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré.

Porque Dios todavía se revela a través de la vida de las personas que me rodean, y a pesar de las desigualdades y el sufrimiento, aún es posible ver vislumbres divinas en el cariño, el perdón, el amor y la bondad de muchas personas hacia los que lo necesitan.

 

Porque Dios supera cualquier probeta y se escapa del más grande de los laboratorios. Nos sobrepasa. Porque las religiones y diversas formas espirituales adoran a sus dioses o ideas,

pero solo nuestro Dios nos ama a nosotros. Por eso Dios no es solo religión, Él es amor. Por eso no es el hombre el que se hace valer ante Él, sino que es Él el que nos hace valer a nosotros. Así nos llenade fe, esperanza y amor.

 

Porque la fe no es un sentimiento que proyecta a un Dios imaginario, sino una decisión que nace de un encuentro.  Y ¿Cómo llegar a ese encuentro?

Aceptar a Dios, dejando que su visión te inunde, reconociendo quién es, acogiendo su propósito para tu vida, prolongando hacia los demás lo que tú recibes de Dios, abriendo el mismo espacio de vida que Dios te abre

 

Jesús dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14: 6). ¿El camino? ¿Él es la verdad? ¿La vida? Es un mentiroso. O un loco. O es verdaderamente quien dice que es. Por fe, creo en él y creo que ha venido a transformar nuestros corazones, a iluminarnos con su esperanza y a regalarnos su amor incondicional.

 

No te conformes con creerlo, estás llamado a vivirlo.

 

R, Verger


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