LA SERPIENTE ANTIGUA
Para que Satanás no
saque ventaja alguna sobre nosotros, pues no ignoramos sus
maquinaciones” (2 Corintios 2:11)
Las serpientes se
protegen a sí mismas mediante: Un disfraz: algunas serpientes son muy difíciles de
ver porque lucen como el polvo o
los árboles en los cuales se encuentran. Imitación: algunas serpientes se protegen mediante la
imitación. Un ejemplo de ello es la víbora de
árbol africana que se
“congela” y coloca su cuello como una rama en un árbol. También otros reptiles como el camaleón
cambia de color para pasar desapercibido.
Aumenta su tamaño: la víbora aspiradora se
protege a sí misma inflándose para hacerse más grande tanto como sea posible. Sonidos atemorizantes algunas serpientes silban o
cascabelean, produciendo sonidos que asustan.
Tu enemigo espiritual viene disfrazado como un “ángel del luz” e imita las cosas de Dios. Muchas
veces puede darte falsas apreciaciones de lo que Dios quiere para ti,
Las serpientes
capturan su comida de cuatro diferentes
maneras:
1 De golpe: un ataque rápido.
2 Contracción: cuando la serpiente
se envuelve alrededor del objetivo y lentamente exprime su vida.
3 Arrojando peso sobre la presa para
vencerla.
4 Mordiendo y manteniendo al
objetivo en sus colmillos mientras el veneno lo paraliza. Algunas veces los
dientes de la serpiente se rompen en la batalla, pero las serpientes están
constantemente desarrollando nuevos dientes. La parte más peligrosa de la
serpiente es su boca. Posee suficiente veneno para paralizar y luego devorar a
su presa.
¿Ves como estos
métodos son paralelos a aquellos usados en los ataques de Satanás?
A veces ataca con
golpes rápidos y mortales. Otras veces oprime tu vida espiritual con las
preocupaciones del mundo y enredos pecaminosos. Siempre está tratando de “lanzarte sus cargas” para
atemorizarte, y goza mantenerte bajo su yugo mientras te paraliza con su veneno. Empiezas a
dejar los sacramentos, la oración, etc.
Las serpientes
localizan su presa levantando polvo sobre
su lengua la cual lleva información al cerebro. Si permaneces tranquilo una
serpiente no puede localizarte.
Satanás te ve mejor cuando
el polvo se revuelve y estás corriendo en confusión, en pecado y temor. Cuando
el polvo se asienta y te levantas contra él sin temor, justo como la serpiente,
él no puede golpearte. Esta es la razón por la cual el Señor dice
“permaneced firmes”...
“mantente de pie”.
En una situación de pánico, una serpiente disparará todo su
veneno a una vez quedando indefensa por un tiempo hasta producir más veneno. Es
posible que esto sea lo que ocurrió en la tentación en el desierto cuando Jesús
usó la Palabra de Dios contra los ataques de Satanás y lo llevó a “apartarse de él
por un tiempo”.
En caso de una mordida, la primera cosa que se hace todo
el mundo es hacer un corte en forma de cruz (+) sobre cada marca de colmillo y
luego succionar el veneno.
Qué ilustración de la
obra de la cruz de Jesucristo en libertarnos del “veneno” del pecado.
En Génesis 3, Dios pronunció una
maldición sobre la serpiente (Satanás). dijo que su cabeza sería herida por la
simiente de la mujer (Jesús) y que el talón de la simiente (Jesús) sería herido
por la serpiente.
La “herida” en el
“talón” de Jesús nos habla de la presión resultante de herir la cabeza de Satanás en la cruz del
Calvario. Cuando Jesús hirió la cabeza de Satanás, fue como cortar la cabeza de
una serpiente venenosa. La cabeza de una serpiente puede ser separada de su
cuerpo, pero puede morder por horas después de esto. El corazón puede
mantenerse latiendo por dos días y el cuerpo de la serpiente puede continuar
moviéndose. (Esto lo hemos visto a veces al querer matar o golpear a una
lagartija le podemos romper la cola pero esta sigue moviéndose y su cuerpo
todavía sigue vivo).
Jesús separó la cabeza
de la “serpiente” en el Calvario, pero la serpiente todavía tiene vida. Está todavía activo en el
mundo hoy, y todavía tiene poder. Pero Satanás no tiene autoridad. La única
autoridad que tiene en tu vida es la que tú le das y el poder y la autoridad
dentro de ti (Jesús) es mayor que su poder.
Un soldado no se pone
una armadura y toma sus armas tan sólo para sentarse confortablemente en casa
en frente de un fuego. Él no solamente se prepara para la batalla, va al campo
de batalla. Algunos soldados cristianos se preparan para la batalla, pero nunca
dejan la seguridad de su hogar o su lugar de confort para ir al campo de batalla. La guerra está sucediendo en las calles de
nuestras ciudades.
Está sucediendo en los pueblos todavía no alcanzada con el mensaje del
evangelio. No importa qué tan preparados estamos espiritualmente, estamos
demasiado confiados en nosotros mismos, en nuestros planes, incluso en nuestra
piedad natural de las tradiciones, así nunca ganaremos la batalla a menos que
seamos capaces de movernos para el Señor. Hay que salir y adentrarnos en los
desiertos del mundo, en las soledades de nuestros hermanos, en la opresión y el
encarcelamiento de nuestras seguridades.
La guerra es un
esfuerzo de equipo. Los soldados deben cooperar unos con otros en su
esfuerzo por derrotar
al enemigo. Deben estar bajo la dirección de un comandante. Se
mueven adelante como
un frente unido. No combaten en su propio nombre, sino en nombre de su país.
Los creyentes deben aprender a cooperar en la arena de la guerra espiritual. En
lugar de pelearnos unos con otros, necesitamos concentrarnos en el ataque
contra el enemigo. Todos somos militantes en la Iglesia de Dios.
Cuando un soldado es
herido, sus amigos hacen todos los esfuerzos para rescatarlo. Cuando las tropas
avanzan, se mueven como una unidad.
No dejan a los débiles
detrás, sino que los colocan en el centro junto con guerreros
fuertes delante y
detrás hasta que el débil se ha recuperado de sus heridas.
. Cuando un creyente cae en una
batalla chismorreamos sobre él o lo abandonamos. Esto ocurre muy frecuentemente
cuando una persona cae en un pecado publico. En su lugar, debiéramos rescatar a
estos heridos espirituales y rodearlos con nuestra fuerza. La oración y la
amistad son armas que todos tenemos. Las fuerzas de Dios deberían avanzar como
un frente unido, no como un grupo desordenado con guerreros heridos que caen y mueren
por el costado.
No estamos peleando en
nuestro nombre propio. Estamos peleando en el nombre del
Señor. No estamos
peleando para nuestro propio provecho. Estamos peleando a favor de nuestra
nación espiritual, el Reino de Dios.
Como creyentes,
estamos en guerra en el mundo del espíritu. Tenemos la oportunidad
de pelear y morir por
algo. No tenemos que pasar nuestras vidas en la monótona rutina de comer,
dormir y trabajar. Peleamos para un Reino que no tendrá fin.
Peleamos para un
Comandante que ya ha conquistado a las fuerzas del enemigo.
Nuestra victoria está
asegurada. Tenemos algo por lo que vale la pena vivir, pelear, y si somos
llamados a ello, también morir por ello
En Nehemías 5, comienza con disensión en medio
del pueblo de Dios. Si Satanás divide el Cuerpo de Cristo, nos hace
inefectivos. Estamos ocupados peleando entre nosotros en lugar de construir.
El enemigo usa
trabajadores débiles (simbólicos de creyentes débiles en el Cuerpo de
Cristo)
para tratar de derrotar el proyecto de construcción y avance del Pueblo de
Dios.
Rafael
Verger
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