2º Domingo de Cuaresma 2017
Lectio:
Domingo, 12
Marzo, 2017
La transfiguración de Jesús
Mateo 17, 1-9
Mateo 17, 1-9
Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a
Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto. 2
Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y
sus vestidos se volvieron blancos como la luz. 3 En esto, se les
aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él. 4 Tomando Pedro
la palabra, dijo a Jesús: «Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí
tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» 5
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de
la nube salió una voz que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco;
escuchadle.» 6 Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra
llenos de miedo.7 Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo:
«Levantaos, no tengáis miedo.» 8 Ellos alzaron sus ojos y no vieron
a nadie más que a Jesús solo.
9 Y cuando bajaban del monte, Jesús
les ordenó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya
resucitado de entre los muertos.»
Palabra de Dios
Clave de lectura:
El evangelio según San Mateo insiste sobre la
venida del reino de los cielos. Por esto el de Mateo es el evangelio de la
Iglesia, o sea , del pueblo de Dios guiado por su jefe y maestro Jesucristo. El
texto que narra la Transfiguración forma parte de una sección del evangelio en
la cual el evangelista desarrolla el tema del comienzo de la venida del reino
en un grupo de discípulos que poco a poco constituirá el cuerpo de la Iglesia.
El relato de la Transfiguración lo encontramos en todos los sinópticos (Mc 9,
2-8; Lc 9, 28-36), y encontramos también una referencia de este acontecimiento
en la segunda carta de Pedro (2Pet 1, 16-18). El texto de Mateo (17, 1-9), sin
embargo, presenta algunas diferencias. La narración se encuentra a continuación
del primer anuncio de la pasión y la enunciación de las condiciones necesarias
para la sequela Christi y antes también del suceso de la glorificación
del Hijo del hombre en la gloria del Padre (Mt 16,21-28). Antes de la
glorificación, Jesús debe ir a Jerusalén para el cumplimiento del misterio
pascual, o sea: la pasión, muerte y resurrección (Mt 16, 21). Aquéllos que
desean y quieren seguir a Jesús deben negarse a ellos mismos tomando también
cada uno la cruz para después seguir al Maestro. (Mt 16,23). Sólo así se podrá
participar en su gloria: “Quien quiera salvar la propia vida, la perderá; pero
quien pierda la propia vida por mi causa, la encontrará” (Mt 16,25). Aquéllos
que no aceptan el acontecimiento de la cruz en la vida de Cristo y por tanto en
el programa de la sequela o seguimiento, son considerados por Jesús
“Satanás”, porque no piensan “según Dios, sino como los hombres” (Mt 16,23). La
expresión que Jesús dirige a Pedro : “¡Retírate de mí Satanás!” (Mt 16, 23) nos
recuerda una expresión usada por Jesús en la parábola del juicio final “cuando
el Hijo del hombre venga en su gloria” (Mt 25, 31-46): “Apartaos de mí,
malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y para sus ángeles” (Mt 25,
41). Esta maldición está dirigida también a aquéllos que no reconocen al Señor
y por esto no forman parte de su reino.
Sigue después el relato de la Transfiguración (Mt
17,1-9) con la pregunta sobre la venida de Elías y la curación del epiléptico
endemoniado (Mt 17, 10-21). Después de estos sucesos Jesús por segunda vez
anuncia su pasión (Mt 17,22) y en la cuestión del pago del didracma para las
necesidades del templo, Jesús juega con las palabras sobre la realidad de la
filiación (Mt 17, 24-27). En la Transfiguración el Padre declara que
Jesús es ”Mi Hijo predilecto en el cual tengo mis complacencias. ¡Escuchadle!”
(Mt 17,5). También nosotros somos en Él, hijos del mismo Padre (Mt 5, 45; Mt
17, 25-26).
Así pues, Jesús se nos presenta como guía en el
camino hacia el Reino. En el relato de la Transfiguración, Jesús es presentado
como el nuevo Moisés que encuentra a Dios “sobre un monte” (Mt 17,1) en la
“nube resplandeciente” (Mt 17,5), con el rostro que brilla (Mt 17,2). También
Moisés encuentra a Dios en la nube sobre el monte Sinaí (Ex 24,15-18); con el
rostro resplandeciente (Éx 34, 29-35). También Elías encuentra al Señor en el
Horeb, el monte de Dios (1Re 19, 9-13). Como en lo sucedido en el Sinaí (Éx 19;
20; 33-34), también aquí, en la Transfiguración, hay la revelación de una nueva
ley: Escuchar al Hijo predilecto en el cual Dios Padre se complace (Mt 17,5).
Esta nueva ley dada por Dios sobre el Tabor por medio del nuevo Moisés, nos recuerda
aquello que dice Moisés en el libro del Deuteronomio: “El Señor tu Dios te
suscitará de en medio de ti, de entre tus hermanos, un profeta como yo; a él le
oirás” (Dt 18,15). En este texto de la Transfiguración, más importante que la
ley, de la que Jesús es el cumplimiento ( por eso después de la visión los
apóstoles “no vieron ya a ninguno, sino a Jesús solo”(Mt 17,7), se pone de
relieve la revelación por parte del Padre que proclama la filiación divina de
Jesucristo. Además de esta proclamación en la Transfiguración, la identidad del
Hijo se proclama por dos veces en el evangelio de Mateo: al principio y al fin.
Después del bautismo de Jesús en el Jordán, una voz del cielo dice: “Este es mi
hijo amado, en quien tengo mis complacencias” (Mt 3,17); y cuando Jesús muere
en la cruz, el centurión exclama palabras de revelación y de fe:
“Verdaderamente éste era Hijo de Dios” (Mt 27,54). Además, esta proclamación
del Padre revela a Jesús como el siervo del Señor, preanunciado por Isaías “He
aquí mi siervo, a quien sostengo, mi elegido en quien se complace mi alma” (Is
42, 1).
El descubrimiento de la identidad del Hijo,
suscita en los tres testigos el temor de Dios, postrándose los tres faz en
tierra (Mt 17,6). Ya en el comienzo del evangelio, en el nacimiento de Jesús,
los magos “entrados en la casa, vieron al Niño con María su Madre, y
postrándose lo adoraron” (Mt 2,11). Una reacción semejante encontramos también
en el evangelio de Juan, en la auto revelación del Señor, en el pasaje del
prendimiento de Jesús en Getsemaní: “Les dice Jesús: «¡Yo soy !”» [...]. Apenas
dijo «¡Yo soy,!» retrocedieron y cayeron por tierra” (Jn 18,5-6). También en el
Apocalipsis, Juan, arrebatado en éxtasis (Apoc 1,10) vio “uno semejante a un
hijo del hombre [...] su rostro semejaba al sol cuando brilla en todo su
esplendor” (Apoc 1,12-16) y a causa de tal visión cayó a sus pies como muerto
(Apoc 1, 17). El Apóstol en Rom 14: 11 y Fil 2: 10, proclamará que delante del
Señor, “en el nombre de Jesús , toda rodilla se doble en los cielos, en la
tierra y bajo la tierra; y toda lengua proclame que Jesucristo es el Señor, a
gloria de Dios Padre”.
Esta visión está estrechamente ligada al misterio
de la Pascua, parece una aparición de Jesús resucitado en toda su gloria, es un
prefiguración de la vida futura. Por este motivo “descendiendo del monte, Jesús
les ordenó: “No hablad a ninguno de esta visión, hasta que el Hijo del hombre
no haya resucitado de entre los muertos (Mt 17,9).
b) Para orientar la meditación y
actualizarla:
= Lee otra vez el pasaje del evangelio, y busca
en la Biblia todos los textos citados en la clave de lectura. Intenta encontrar
otros textos que te ayuden a penetrar a fondo el texto que se medita.
= Algunas preguntas:
a) ¿Te has preguntado alguna vez quién es la
persona de Jesús? ¿Tu visión de la identidad de Jesús se acomoda a esta
proclamación en la Transfiguración?
b) ¿Qué significado tiene para tu vida la
proclamación de Jesús como Hijo de Dios?
c) A Jesús no se le entiende sin el misterio
pascual de la pasión, muerte y resurrección. ¿Qué sentido tiene para ti este
misterio? ¿Cómo lo vives diariamente?
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