¿QUE ES LA ORACION MENTAL?
¿Qué es la oración mental?
De
todas las definiciones de oración destaca la que da santa Teresa: «No es otra
cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas
veces tratando a solas con quien sabemos nos ama»
Es un trato de
amistad, es un trato
cualificado pues Jesús es «el amigo». Como el
Dios cristiano es el Dios Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, nuestra
relación ha de ser de mi persona con las Personas. Él se está
entregando a mí permanentemente desde el día de mi
Bautismo, aunque yo me he distraído con tantas cosas en mi
vida. Y Él, mientras, siempre ha estado a mi lado, esperándome y dándoseme. Él
se entrega aquí y ahora, y no queramos irnos con Él a un sitio en las alturas,
sino en cada momento de la vida: en la cocina, en el trabajo, en la
clase… No salirnos de la vida, porque el Señor está en la vida. El
Señor no tiene presencias exclusivas, «aquí y ahora» está entregándose. No
solamente es presencia, sino presencia donante, amándome ahí, en
cada momento.
Esto es lo que practicas cuando estás
delante del Santísimo. Llegas y dices: «Ahí
está el Señor, «tras» ese pan está Jesús
Resucitado, Jesús lleno de vida
dándoseme, entregándoseme, amándome, aunque yo no
lo “sienta” (sentidos), aunque yo no lo “comprenda”
(mente), lo creo (Fe)». Y esto es la vida de cada momento. Pero
esto exige reciprocidad, darme yo también a Él
«ahí» y esto es entrar en la vida, por eso,
el pseudo-místico quiere una relación con el Señor saliéndose de la
vida, y ahí no está el Señor. Se trata de un trato de amistad, pues los amigos
son confidentes, guardan secretos, revelan su intimidad, se desahogan, se
escuchan, se animan… Es una presencia reciproca de entrega. En este trato
de amistad se ha de pasar de «hacer oración» (momentos de oración) a «ser
orantes» (mantenerse en la Presencia).
Estando muchas veces. Se
trata de ir creando un estado de relación con Él, no ratos de relación.
El estado se adquiere a través de la
multiplicidad de actos. Mi relación con Él ha de
ir creciendo en frecuencia y en continuidad, dándose una «presencia de
intimidad», porque me iré abriendo los caminos a una mayor purificación y a una
mayor entrada en el misterio. Entonces irás advirtiendo cómo esa frecuencia y
esa continuidad es un crecimiento de tu capacidad, te abres a algo más que lo
“tuyo” y va creciendo en ti la capacidad de universalidad.
La presencia, no es solo presencia para el trato, sino presencia
para la identificación con el Señor. Vas descubriendo que se quiere a más
gentes y de mejor modo. Mis juicios y mi escala de valores irán
cambiando. Lo que antes eran para mí «desgracias»,
en valor evangélico es una «suerte». Llego a reconocer el amor de Dios en
todo, porque tras todo está Él.
Tratando a solas. Es elemento
constitutivo de la relación. «Soledad», una palabra que cuando se vive en
la carne es terrible, y sin embargo se va
descubriendo el valor de la soledad cómo un valor
esencial. No porque tú quieras estar solo, sino porque te estorba todo,
porque Él te basta. Es una soledad gozosa, porque la
presencia de Él irá dinamizando todo, y
este «trato a solas con Él», irá creando la intimidad
y la com-unión, unión en común. No es una soledad
externa y física, sino una soledad de «dentro», porque es
una unión con Él. Y entonces Él, que está en
todas partes, te hace presente, con Él, en todas partes. El amor identifica con
el Amado, como Él está en todo, si tú te encuentras con Él, vives
con Él, participas de esa presencia de Él en todo, y tu corazón se hace
universal. Todas las personas que se te acerquen saldrán contentas de
haberse encontrado contigo, porque tú le darás una visión
esperanzadora de la vida, interpretaciones alegres de la vida. El
pesimismo no es cristiano y la angustia no es cristiana, como
tampoco lo es el optimismo del psicológicamente optimista. Se trata
de un optimismo desde la fe, desde el Señor, porque el Señor es el Señor
Resucitado, que ha triunfado y que está salvando al mundo.
Con quien sabemos nos ama. En esto coinciden todos los santos, todos llegan a esta
«experiencia». San Pablo nos dice: «Yo sé bien en quién tengo puesta mi fe» (2
Tim 1,12). Esta es también mi única verdad: «El Señor me ama dándo-se-me». El
se da a mí, amándome “aquí y ahora” y la razón de ese amor es que siempre
está en mí. Siempre está en nosotros.
De aquí que debemos reflexionar y ejercitarnos en practicar esta
relación con el Señor en:
- Las tareas diarias (trabajo, clases,
paseos, estudio, ocio tareas domesticas….).
- El “encuentro” con los otros: no me puedo quedar en el rostro porque entonces calificaré
diciendo me cae simpático, antipático, interesante…
- En los actos litúrgicos. De una
forma muy especial Él se hace presente, nos hace experimentar su amor y nos
invita a la conversión, haciéndonos entrar en su Misterio Pascual.
- Momentos con Él a solas: momentos en que lo dejo todo para estar con Él. Esos momentos a
solas que habrás de practicar en el día, si son
auténticos irás descubriendo que esa
frecuencia con Él se irá haciendo extensiva
en el resto de los encuentros, hasta llegar
a la fidelidad a la amistad en
la toda la vida.
Paz y Bien
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