¿En qué han cambiado tu vida? - Células Parroquiales de Evangelización


 

Descubrir que  la Fraternidad de Emaús es un  llamado a ser pequeñas comunidades eclesiales en donde se viva, testimonie y aprenda la comunión. Reconocer que la comunión lleva a la misión. Las pequeñas comunidades (células) son un ámbito propicio para escuchar la Palabra de Dios, para vivir la fraternidad, para animar en la oración, para profundizar procesos de formación en la fe y para fortalecer el exigente compromiso de ser apóstoles en la sociedad de hoy. Las células parroquiales  son lugares de experiencia cristiana y evangelización que, en medio de la situación cultural que nos afecta, secularizada y hostil a la Iglesia, se hacen todavía mucho más necesarias. 

Pequeñas comunidades, ámbito privilegiado para la formación y formar discípulos misioneros es una actividad eclesial. De ahí que el ámbito privilegiado para llevar a cabo la formación sean las pequeñas comunidades. En estas comunidades se escucha la Palabra, se vive la fraternidad, se ora, se estudia se fortalece el compromiso apostólico. La importancia de estas comunidades radica en que en ellas es posible experimentar el cristianismo de forma cercana, fraterna y concreta, por lo tanto, las pequeñas fraternidades son escuelas  de formación,  están llamadas a convertirse en escuelas de cristianismo.

Llamados a vivir en comunión vivir en comunión para la comunión es algo que caracteriza al cristianismo, que le es esencial. La comunión de los cristianos entre sí nace de su comunión con Cristo: todos somos sarmientos de la misma vid, que es Cristo. Jesús nos indica que esta comunión fraterna es el reflejo maravilloso y la misteriosa participación en la vida íntima de amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Que todos sean uno… (Jn 17, 21). Pequeñas comunidades eclesiales llamadas a convertirse en escuelas de comunión, lugar donde se aprenda y experimente la comunión.

El testimonio de vida comunitaria

 El camino del discipulado se asimila mejor por el testimonio que por las palabras. Sólo quien tiene experiencia de comunión puede llevar a otros a la comunión. Vivir en comunión es obedecer el mandato de unidad de Jesús y el testimonio más creíble de la presencia de Dios entre nosotros ( Jn 17, 21). La Iglesia atrae cuando vive en comunión, pues los discípulos de Jesús serán reconocidos si se aman los unos a los otros como Él nos amó ( Rm 12, 4-13; Jn 13, 34).

El amor, comunión en acción la comunión no es algo que habrá de quedar en los discursos o en el papel. Se palpa, se vive cada día. Su máxima expresión es el amor. Éste es el signo por el cual la Iglesia es reconocida como seguidora de Cristo y servidora de la humanidad. El mandamiento del amor une a los discípulos entre sí, los hace reconocerse como hermanos y hermanas, obedientes al mismo Maestro, los mueve a la consideración mutua, al perdón y a la comprensión de unos con otros.

Unidad en la diversidad la comunión en la Iglesia es “orgánica”, a semejanza de un cuerpo vivo y operante. La comunión se vive en la medida en que cada bautizado aporta sus dones y carismas a la comunidad, complementando al Cuerpo de Cristo. Diversidad y complementariedad son dos aspectos de la comunión, que hacen posible que cada uno se relacione con todo el Cuerpo y le ofrezca su propia aportación.

Comunión y misión buscar la comunión y crecer en ella forma parte integrante del camino del discipulado y de la misión. Comunión y misión se entrelazan y alimentan mutuamente: “La comunión genera comunión, y esencialmente se configura como comunión misionera. En efecto, Jesús dice a sus discípulos: ‘No me eligieron ustedes a mí, fui yo quien los elegí a ustedes. Y los he destinado para que vayan y den fruto abundante y duradero’ (Jn 15, 16). La comunión y la misión están profundamente unidas entre sí, se compenetran y se implican mutuamente, hasta tal punto que la comunión representa a la vez la fuente y el fruto de la misión: la comunión es misionera y la misión es para la comunión”

Alimentar la comunión la comunión se construye tal como la hacían las primeras comunidades de cristianos ( Hch 2, 42), en especial a través del Pan de la Palabra, y de la Eucaristía, esta última como la expresión más perfecta de la comunión con Dios y con la Iglesia. Las comunidades darán fruto si se mantienen adheridas a Cristo y a su Iglesia.

Estas fraternidades han nacido bajo la fundamentación doctrinal, eclesial, pastoral y pedagógica de nuestro párroco, asistiendo en su acompañamiento y para discernir este carisma que vamos  describiendo  a lo largo de este itinerario. Por ello, estas células parroquiales  habrán de constituirse a manera de pequeñas comunidades eclesiales, escuelas de conversión, comunión y misión. Como su nombre indica, ellos están orientados a ser escuelas de formación básica,  como plataforma para preparar a los llamados a formar parte del grupo. Su característica especial es la formación de agentes con tinte misionero.  Comunidad de bautizados. Crecemos con los otros y a través de los otros. Jesús prepara a sus seguidores para que VAYAN y ANUNCIEN el REINO. Discípulos y misioneros, dos rostros de una misma tarea.

TODOS PARA UNO Y CADA UNO PARA TODOS

Nuestro curso es como un viaje o un camino. Y vamos JUNTOS más importante que llegar el primero es que lleguemos todos al destino. Nuestra vida es como un viaje, menos mal que para este viaje hay compañía. Menos mal que hay gente estupenda.

A la vida tenemos que ir juntos. Hay que contar con los otros. Hay que pensar en los otros. Hay que tratar con cuidado, y hasta ‘con mimo’, a los otros. Somos la “pequeña porción” dentro de la comunidad parroquial.

¿Quién puede ser tan creído que piense que él es el centro del mundo? ¿Quién puede creer, si lo piensa un poco, que él es el personaje principal del  grupo y todos los demás son como gente de relleno?  Al  contrario, todos queremos ser respetados.

Todos necesitamos ser amigos de otros. ¡Estamos viviendo en Cristo juntos!

¡Hay que recorrer unidos este camino de Emaús!

Y vamos JUNTOS. Más importante que llegar el primero es, que lleguemos todos al destino. Sí, Jesús es ― para nosotros― un camino que conduce hacia el Padre, el único camino. El que quiera lograr la salvación, deberá tomar ese camino. Cristo ―con su Evangelio, su ejemplo y sus mandamientos― es siempre y sólo el camino más seguro que desemboca en una felicidad plena y duradera. Hemos descubierto ya que Cristo, es la Verdad: La verdad es la exigencia más profunda del espíritu humano. Los jóvenes, sobre todo, están sedientos de la verdad sobre Dios, el hombre, la vida y el mundo. Cristo es la Palabra de verdad pronunciada por Dios mismo como respuesta a todos los interrogantes del corazón humano. Es El quien nos revela plenamente el misterio del hombre y del mundo.

 No olvidemos, sin embargo, que la verdadera plenitud de la vida se encuentra sólo en Cristo, muerto y resucitado por nosotros los primeros rayos de luz no es aún el día pero lo anuncian, y eso siempre llena de esperanza el alma del caminante de Emaús. Hoy Jesús sigue llamando. Si no escuchamos su llamada y él no “va delante de nosotros”, ¿hacia dónde se dirigirá el cristianismo?  El Papa Francisco ha visto que la Iglesia vive hoy encerrada en sí misma, paralizada por los miedos, y demasiado alejada de los problemas y sufrimientos como para dar sabor a la vida moderna y para ofrecerle la luz genuina del Evangelio. Su reacción ha sido inmediata: “Hemos de salir hacia las periferias”. No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos”.  “El Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro”. Él llama “la cultura del encuentro”. Está convencido de que “lo que necesita hoy la iglesia es capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones”.

Cuando acogemos a Jesús como compañero de camino, sus palabras pueden despertar en nosotros la esperanza perdida. Lc 24  Durante estos años, muchas personas han perdido su confianza en Jesús, poco a poco, se les ha convertido en un personaje extraño e irreconocible. Todo lo que saben de él es lo que pueden reconstruir, de manera parcial, a partir de lo que han escuchado a predicadores y catequistas.

Sin duda, la homilía de los domingos cumple una tarea insustituible, pero resulta claramente insuficiente para que las personas de hoy puedan entrar en contacto directo y vivo con el Evangelio.

¿No ha llegado el momento de instaurar, fuera del contexto de la liturgia dominical, un espacio nuevo y diferente para escuchar juntos el Evangelio de Jesús? ¿Por qué no reunirnos laicos y presbíteros, mujeres y hombres, cristianos convencidos y personas que se interesan por la fe, a escuchar, compartir, dialogar y acoger el Evangelio de Jesús? 

Hemos de dar al Evangelio la oportunidad de entrar con toda su fuerza transformadora en contacto directo e inmediato con los problemas, crisis, miedos y esperanzas de la gente de hoy. Pronto será demasiado tarde para recuperar entre nosotros la frescura original del Evangelio

¿Qué día del “Ya” empezamos?

 

Rafael Verger

Fraternidad de Emaús


Comentarios

  1. Extraordinario hno. Rafael que carisma más ideal para el fin de cualquier comunidad parroquial, ni te puedes imaginar el bien que desprendeis con todos los temas que publicáis
    En nuestra parroquia os seguimos con mucho interés, sois un modelo a seguir, vuestro carisma ha sido levantado para el bien de la Iglesia,

    Os escribiremos para pedir más información sobre la Fraternidad de Emaús, nos interesa mucho gracias por todo y seguimos unidos en el Señor.

    Paz y bien
    Teresa Aguiló
    Badalona ( Catalunya)

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  2. Extraordinaria visión de organización para una parroquia, son signos reales de las nuevas formas de evangelizar, estoy muy interesado en conocer más de vosotros. Me llamo Pedro y estoy sirviendo en la parroquia de San Isidro en Murcia. Os escribiré para que me digáis como puedo hacer en nuestra parroquia

    P.Pedro Muñoz
    Murcia

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