¿A quién buscáis? ¿A quién estás buscando?, no qué estás buscando.
¿A quién buscáis? ¿A
quién estás buscando?, no qué estás buscando.
Jesús dice: “Id por
todo el mundo y proclamad el Evangelio a toda criatura y haced discípulos míos”
(Mc 16,15).
Tan significativo como el
testimonio personal es el testimonio comunitario. Una comunidad de testigos,
acogedora y abierta, capaz de acompañar hacia Cristo a los que se acercan,
tiene mucho más fuerza e impacto para Evangelizar que los proyectos personales aislados. Evangelizar
exige abrirse al diálogo con una actitud humilde a todos, no sólo a aquellos
que acogen la fe de buen grado, también a quienes la desconocen o están más
alejados.
“Sin mí no podéis hacer nada” (Jn
15, 5). Sólo unidos a Cristo, viviendo una verdadera vida cristiana en
fidelidad y amor a la Iglesia, los cristianos podemos dar un fruto abundante y
superar la tentación del desaliento y del activismo.
Evangelizar es compartir una
pregunta, ¿a quién buscas?
La alegría del Evangelio surge
del encuentro con Jesús, es cuando nos encontramos con el Señor que nos inunda
ese amor del que solo es capaz”. La consecuencia es que a partir de ese momento
“surge la necesidad de anunciarlo espontáneamente, se vuelve irreprimible. Incluso
sin palabras, con testimonio. Así comenzó la evangelización, en la mañana de
Pascua, con una mujer-apóstol, María Magdalena, quien, después de conocer al
Jesús resucitado, al Viviente, evangelizó a los Apóstoles”. La nostalgia de
Dios, de un amor infinito y verdadero, está enraizada en el corazón de todo
hombre. Se necesita a alguien que ayude a reavivarla. Se necesitan ángeles que,
como en el caso de María Magdalena, traigan buenas nuevas: ángeles de carne y
hueso que se acerquen a enjugar las lágrimas, para decir en nombre de Jesús: “no
tengas miedo” ¿A quién buscas? A quién estás buscando, no qué estás buscando,
porque las cosas no bastan para vivir; para vivir se necesita el Dios del
amor”.
Quien es llamado a evangelizar
nunca pueden olvidarse que siempre está en camino, en búsqueda junto a los
demás. Por eso, no puede dejar a nadie atrás, no puede permitirse mantener a
distancia a quien no le cae bien, no puede encerrarse en su grupito de
relaciones cómodas”. Que no nos retenga el miedo a cometer errores y el miedo a
recorrer caminos nuevos. En la vida todos nos equivocamos, todos. Es normal,
pero precisamente “nuestras pobrezas no son obstáculos, sino instrumentos
preciosos, porque la gracia de Dios ama manifestarse en la debilidad”. No nos
dejemos robar el entusiasmo del Evangelio, invoquemos cada día al Autor, al
Espíritu Santo, el Espíritu de la alegría que mantiene vivo el ardor misionero,
que hace de la vida una historia de amor con Dios, que nos invita a atraer al
mundo solo con amor y a descubrir que la vida se posee solo al donarla. Se
posee en la pobreza de darla, de desvestirse de uno mismo. Y también con la
sorpresa, el estupor de ver que antes de llegar nosotros, está el Espíritu
Santo que ya ha llegado y “nos está esperando allí”.
Muy pocas cosas hoy inducen a
la fe en Cristo, y ni la Iglesia ni la sociedad están “iniciando” a la vida
social o a la fe. Recordemos aquella frase de los santos padres: “Una Iglesia
que no inicia no es una Iglesia madre.” Por otro lado, hay que tener en cuenta
que la mayoría de nuestros católicos tienen, respecto de la Iglesia, como un sentido de referencia. Si se les
pregunta, dicen que son católicos, pero
no se sienten parte de la Iglesia y,
mucho menos, responsables
de ella. Es
más, los mismos
grados de pertenencia son diversos. Nos encontramos con
varios tipos de personas;
1.- Son personas bautizadas,
pero a quienes Cristo nunca les ha sido anunciado; son
bautizados no practicantes
que viven en
una cultura llamada cristiana, pero con principios no
cristianos.
2.- Estos
cristianos paganos tienen
una serie de
disposiciones, que los aproximan al cristianismo, buscan algo o
a alguien, sin sufrimiento. Lo adivinan,
pero sin poder
darle un nombre. Quiénes son los “no cristianos? Son
cristianos en realidad paganos, bien sea porque están inmersos en un mundo
secularista y consumista,
o porque viven
una religiosidad popular masiva mítica y supersticiosa, sin
consecuencias para su vida. Ellos pueden ser cristianos bautizados, pero que no
viven conforme a su fe.
3.- Cristianos que nunca han
recibido el mensaje cristiano en una auténtica evangelización; cristianos que
recibieron el mensaje pero, al
cambiar las circunstancias culturales,
no son capaces
de vivirlo en
toda su coherencia. Bautizados no practicantes es toda
una muchedumbre de
cristianos que no
quieren nada con
la Iglesia o que no han tenido la
oportunidad de acercarse a ella.
4.- Los que
se refugian en
una religiosidad interior
y para quienes
lo relacionado con la fe es
meramente sentimental, sin proyección hacia los demás. Los nacidos y educados
en regiones todavía no bien cristianizadas,
que no han
podido profundizar en
la fe cristiana
que un día
recibieron. Los que, aun cuando han nacido en países de vieja
cristiandad, no fueron
nunca iniciados en
la fe y,
como adultos, son
verdaderos catecúmenos. Nace también del hecho de que los cristianos se
aproximan hoy a los no creyentes y reciben necesariamente el influjo de la
incredulidad... “bautizados no practicantes gentes que viven en cristiano, pero
según principios no cristianos.
Son un
gran número de
“personas que recibieron
el bautismo”, pero que, por “causa de las situaciones de
descristianización presentes en nuestros días”, “viven al margen de toda vida
cristiana” Es “toda una muchedumbre, hoy en día muy numerosa de bautizados que,
en gran
medida, no han
renegado formalmente de su bautismo,
pero están totalmente al margen
del mismo y no lo viven” No habrá evangelización sin “camino”. La iniciación y
reiniciación son el camino. En griego “método” significa “con camino”. La
evangelización es el mensaje. La iniciación es el camino. Jesús inició a sus
discípulos en su Evangelio durante tres años de
“iniciación”. Vivir su
Evangelio con ellos
–como discípulos– fue
la iniciación.
El kerigma
no es solo
una etapa, sino
el hilo conductor
de un proceso,
que culmina en
la madurez del
discípulo de Jesucristo.
Sin el kerigma,
los demás aspectos de este proceso están condenados a
la esterilidad. Sin corazones verdaderamente convertidos al Señor “a
evangelizar sólo se aprende evangelizando” Cristo no nos ha mandado a
bautizar, sino a evangelizar.
No es que yo tenga todas las cosas claras... Aunque por gracia de
Dios tengo claro el Evangelio y la fe en el Cristo pascual (cruz y resurrección
de Dios), y lo que dice el Credo....
Creo en la Iglesia, y en el Bautismo (que es la presencia del Dios de Jesús en
los hombres)... Pero hay algunas formas externas de Iglesia que pueden y deben
cambiar, precisamente porque creo. Si no creyera no me importaría. Lo primero
no es bautizar (como sacramento separado), sino evangelizar. Si la
evangelización no desemboca normalmente en el bautismo hay algo que falla…,
pero si se bautiza sin evangelizar falla todo, se destruye el cristianismo. El
tema no es bautizar si o bautizar no, sino evangelizar de tal manera que el
bautismo fluya, como don espontáneo, desde el fondo de la misma Vida.
Lo que más necesita la Iglesia
es una verdadera evangelización, que comience, precisamente, por la presentación
de la persona viva de Jesús y que lleve a los (bautizados) a tener una
experiencia real de la salvación en él. Mientras no se comience a evangelizar de
esta manera, todo lo demás será construir sobre arena, es lo que opino yo claro
está.
Excelente reflexión pascual; muy actual y sobre todo que llega! El criterio de evangelizar tendría que ser el primer plato en el plan parroquial! Todos nos tendríamos que implicar en ello! Es cosa de todos! Si no lo hacen los laicos ¿quién lo hará?
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