Sabemos que Dios es, pero no lo que es, puesto que solamente. Él es “el único al que le compete el ser
La
palabra de Dios es la semilla y donde puede germinar es en el silencio, los
silencios permiten que la palabra llegue a nuestro interior, leer el evangelio
a nivel místico es leerlo desde el silencio y cuando lo leemos así es
sorprendente mente nuevo, cobra un matiz diferente, es el éxtasis de la
profundidad de la Palabra.
¿Y
porque es nuevo? Pues porque el evangelio no es para comprenderlo, sino que es
para contemplarlo. El evangelio en si es difícil de comprender, porque es
hermético, requiere un acercamiento de otro tipo, cuál será la manera… pues
contemplativa. Es como ir un día a la
playa, no es que vayamos a comprender la playa, sino de vivir un día de playa,
no se trata de llevar un conocimiento intelectual, sino que ese día de playa te
toque, te llegue, lo vivas, en definitiva.
Lo
primero para vivir el camino espiritual es semejante a la sed, sino tenemos sed
o hambre no hay nada que hacer, no hay que ir a la palabra sin hambre y sin sed,
la sed y el hambre nos pone a buscar ya no es un estar parados estamos en
movimiento si la sed de Dios no nos pone en movimiento es porque no es la sed
de Dios, sino la emoción del momento. Se trata de la ascesis, la búsqueda
constante de Dios es un descubrir la realidad de la vida, somos cuerpo de
Cristo, todo a nuestro alrededor nos habla de Dios, y eso es el camino
espiritual, entonces la Palabra de Dios se nos revela de una manera nueva, la
palabra se abre, la palabra no se puede abrir sin el descubrimiento del cuerpo,
no podemos estar cerrados en nuestro cuerpo. Es la correspondencia y la
realidad, el secreto intimo es que nosotros somos Palabra de Dios, el evangelio
nos habla de la vida, el milagro es la creatividad de Dios que nos está
haciendo en él,
Se
ha hablado y escrito mucho sobre la Palabra de Dios, desde hace miles de años,
estamos saturados de palabras y a veces es difícil llegar al fondo de esta sed
que te mencionaba antes, se trata de rescatar la Palabra que nos alimenta, todo
lo leemos de una manera intelectual que alimenta la cabeza, y la palabra tiene
que llegar al corazón sino se queda en una lectura intelectual sobre llevada a
la razón y al razonamiento. La Palabra de Dios no es mental sino espiritual.
Cuando expresamos un sentimiento como “te quiero” no es para alimentar tu
cabeza, sino tú corazón. Asociamos la palabra con la inteligencia con la mente
y nos creemos que solo son para la mente. Muchas veces creemos que solo existen
las cosas, la nube, el árbol, la montaña, y luego viene el hombre y pone el
nombre, separamos la realidad de la palabra, pero esta no es la visión
cristiana, porque las cosas existen por la Palabra: porque dijo Dios hágase la
nube y así todas las cosas primero fue la palabra y después la realidad.
¿Cómo se contempla la Palabra de Dios? Cuando
contemplamos la palabra de Dios se guarda en el corazón, como María que las
guardaba en su corazón. ¿Y cómo se guarda? No son cosas que sucedieron hace
mucho tiempo, sino que suceden por dentro, es leerla en primera persona es el
hoy y es para mí. Lo que pasa es que la palabra es espiritual y el mundo y el
espíritu entran en conflicto, porque el espíritu va a prender fuego y a dar un
cambio, pero el mundo no lo quiere. Si
queremos que nuestro espíritu se desarrolle tenemos que estar muy atentos
porque para el mundo es muy difícil, tenemos que ir al fondo de nuestro corazón
hacía el “yo” más profundo en nuestro interior.
El
primer beneficiario de este camino es el cuerpo, éste es el reflejo del alma,
por lo tanto, hay que amansar nuestro cuerpo, descubrir esa respiración misteriosa
que hace que aflore nuestra alma desde adentro hacía fuera.
Si
queremos ser luz y que esta luz salga del alma tenemos que ir a lo más profundo
de nosotros a nuestro estado “virgen” a nuestra consciencia más pura. Que no esté contaminado por el mundo del
saber e intelectual. Hay que buscar la inocencia primaria que es la infancia
espiritual ese niño o niña que llevamos dentro. Es como dice el Señor: “si no
os hacéis como niños, no entrareis en el reino de los cielos” en realidad la
santidad es cuando nace ese niño interior, ese niño que se asombra y busca los
brazos de su Padre, no porque este le quiera más, porque él no conoce el
sentimiento del Padre, sino porque él tiene la seguridad y la confianza porque
sabe que nunca le defraudara.
Nuestros
razonamientos intelectuales, llenos de fondo de moralidades, leyes, sombras y
pecados, son los que nos impiden desarrollar a ese niño que llevamos dentro. Si
somos contemplativos nacerá en nosotros esa luz que procede del espíritu y por
esta razón el mundo no comprende la fuerza del espíritu. Es la infancia
espiritual la que está llamada a postrarse ante lo invisible ante la Majestad
de Dios, también y solo después de la infancia es cuando la inteligencia se
rinde ante la Palabra que es Luz que ilumina todo el Ser.
Entonces
se produce el milagro, la Palabra de Dios se hace carne en nosotros, es una
nueva encarnación, somos vivificados por el espíritu. Eso significa que el
cuerpo físico está conectado con el mundo espiritual, estamos interconectados
con nuestro yo y el resto del mundo. Lo que pasa a nivel espiritual, pasa a
nivel físico y viceversa porque la conexión es pura e inefable. El Evangelio
está hablando de nosotros de cada uno en particular es unipersonal. Es una lectura metafórica o metafísica,
decimos que Cristo es el cordero de Dios, él como cordero, el espíritu
desciende en forma de paloma a Dios se le compara metafóricamente con una
paloma o un cordero el cordero significa la mansedumbre, y la paloma significa
la inocencia y la paz, es en la medida en que tú eres manso en esa medida
descubres la paz.
Se
trata de vivir como Cristo, manso y humilde de corazón. Esto es una imagen lo
mismo que nuestra alma está hecha de imágenes soñamos con imágenes no con ideas
las imágenes se pueden contemplar. Pasa algo diferente con una idea, es
abstracta y es difícil contemplar una idea. El evangelio está lleno de imágenes, es
alucinante como podemos ir contemplando las mismas, en diferentes aspectos,
jamás encontraremos ideas. Por esto en clave de metáfora es descubrir las
imágenes que tiene, lo teórico y discursivo será bueno para analizar una
imagen, pero jamás llegará a la contemplación. La narración de un testo es el
desarrollo de una imagen, son historias, no ideas.
El
evangelio está lleno de símbolos y rituales, como el agua significa la sed, la
purificación, la limpieza, etc. Porque nosotros somos agua, somos sed, buscamos
la purificación, y nos ayuda a comprender quienes somos, veremos que no estamos
lejos de entender la palabra. No hay que buscar tanto la mente ni el intelecto
sino ser más contemplativos, por ejemplo; “como puedo yo nacer de nuevo, puedo
meterme en el vientre de mi madre”.
Como
podemos ver a Cristo si parece que los cristianos nos hemos hecho un Copyright
del evangelio, nuestra misión es dar a Jesucristo no nos lo podemos quedar como
algo nuestro y esto se va descubriendo poco a poco yendo a lo más profundo de
ti mismo, desde el silencio.
No
es que yo ya lo tengo todo descubierto, no. Es un camino que se anda toda la
vida, pero tiene que ser contemplado desde el alma y la quietud del silencio
interior.
Es
como la fe, pasa de testigos a testigos y es así como se siembra dando
testimonio de lo que vives y sientes, no de lo que sabes o has estudiado, sino
lo que entraña tu naturaleza y tu vida espiritual. Si tú tienes luz en tu
interior significa que eres testigo de la Luz, por lo tanto, un caminante que
puede acompañar a otros en el camino espiritual. Es importante que quien te
vea, se ilumine su alma por el reflejo de tu luz, pues ella proviene de la
vivencia en Cristo, Luz del mundo. El
alma tiene una sabiduría infusa que proviene de la misma fuente de Dios y hay
que testimoniarla hay que darla a conocer, “No se enciende una Luz para
ocultarla” hay que ser luz y sal en los caminos de los hermanos, hay que
acompañar y sembrar, no dar soluciones sino vivencias, y el maestro aparece
cuando el discípulo está preparado, ni antes ni después, solo en el momento
justo. Los tiempos de Dios no son nuestros tiempos. El maestro es el que camino al lado del
discípulo, no es el que sabe más, sino que a partir de su vivencia los dos
caminan a su destino. El discípulo debe tener una apertura sincera con su
maestro, y este jamás debe de decidir por el discípulo, este tiene que caminar
a la sombra de su maestro, me refiero al director espiritual. Como se le
denominaba hace años, ahora se llama “acompañante” el que hace camino
conjuntamente.
Hoy
en día gracias a Dios tenemos acceso a diferentes formas de espiritualidad,
tanto del mundo oriental, como de nuestras tradiciones cristianas, pero la
contemplación pareciese que fuera de los mojes contemplativos, éstos dedicados
al santo silencio como los cartujos, etc. Pero en el mundo oriental las
culturas parecen que convergen en el mismo camino, desde la interioridad, lo
que ellos llaman “iluminación” nosotros le llamamos “Gracia” son caminos
distintos pero el fin es el mismo, ir al conocimiento de lo trascendente. Lo
único que nos diferencia es que nosotros tenemos el camino, la verdad y la
vida, Jesucristo el Hijo de Dios, no es que tenemos que ir hacia Dios por el
silencio, sino es que Dios mismo ha venido a nosotros y se ha hecho carne para
que nuestra carne sea santificada, esa es la gran diferencia.
El
budismo y otras creencias llevan al alma a una ascesis purgativa para alcanzar
la iluminación, en cambio el cristianismo ya posee la gracia que viene al
hombre por amor, del mismo Dios. Es una nueva realidad difícil de entender por
pensadores orientales, porque durante milenios han estado caminando una senda
purgativa y de encuentro con el Nirvana, ósea Dios se les da a conocer mediante
el silencio y la purificación. Pero la
idea o filosofía del concepto de Dios es de una manera astral un dios lejano,
un ser sublime de difícil acceso y alcanzar las cumbres de lo trascendente.
No
es que el cristianismo este lejos de este camino, ya los grandes místicos nos
han enseñado como transitar por estas sendas, este camino no es exclusivo de
los orientales, sino que la diferencia entre unos y otros es; El Amor se hizo
hombre y tomo nuestra naturaleza, para que el hombre conociera el amor, en
cambio la otra senda es; yo me purifico para ir a Dios, y conocer los misterios
de Dios.
Rafael
Verger
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