Emaús es la meta…?
¿Has fracasado en tú meta? ¿No es lo que esperabas? ¿Caminas
solo?
Nos encontramos -una vez más- con
una escena pos-pascual que ya nos es familiar: los Apóstoles reunidos
comentando los sucesos de los últimos días. Los dos discípulos se marchan de
Jerusalén tras el trágico fracaso de Jesús el Viernes en el Calvario, pero el
encuentro con el Señor, los “ha devuelto” al grupo.
En cierto sentido todos somos
discípulos de Emaús. Nosotros esperábamos, le dicen a Jesús los dos caminantes.
La pandemia con sus confinamientos
también está haciendo mella en la psicología humana, mina la esperanza y pueden
inducir a situaciones de hundimiento psicológico, a acedia, tal vez de
depresión, etc.
Por otra parte, también “nosotros
esperábamos” muchas cosas y logros en la vida. En la esfera personal, -familiar
esperábamos dar más de lo que hemos dado de sí, esperábamos más de los hijos,
de los gobernantes, incluso de la Iglesia. Esperábamos que, al salir de la
dictadura, en la democracia la sociedad fuera mejor, pero vamos de decepción en
decepción. Pensábamos y esperábamos que el Concilio siguiera adelante con su
gran tarea, pero en este ámbito eclesiástico se vienen produciendo tantos
recortes y tan frustrantes, como en el económico.
Nosotros también esperábamos,
pero hace ya tres días o treinta años o toda la vida que caminamos con la
frustración a cuestas. Iban caminando y hablando. Los dos de Emaús iban caminando … Lo propio del ser humano es caminar, pensar
y hablar.
En estos textos de resurrección aparece con
frecuencia que los discípulos recuerdan, hablan, no han olvidado todo lo vivido
con Jesús. Se van de Jerusalén porque el “asunto Jesús” había terminado de mala
manera, pero no pierden la memoria, siguen hablando, recordando. Al mismo
tiempo, cuando Cristo se incorpora en el camino a su vida (y a la nuestra),
afloran cuestiones y problemas y también afloran horizontes, les explica las
Escrituras, el Señor resucitado les abre la mente parta comprender, etc.
La parte final del texto se
repite la idea de hablar, conversar: la Palabra, las Escrituras, la vida misma
1 los 2 creyentes estaban
hablando, discutiendo desilusionados, sin fuerzas, habían tirado la toalla, no
valía la pena seguir con un grupo fracasado.
2 Jesús les dice, les explica las
Escrituras, la Palabra le da un sentido nuevo a su vida, los escucha y camina
con ellos.
La palabra, el diálogo son algo
específicamente humano. Nos hacen conservar la memoria, nuestra memoria
histórica, nuestra cultura, nuestra fe. Si el asunto de Jesús no se ha perdido
es por la fe en la Palabra, por el testimonio de los cuatro evangelios, el
Nuevo Testamento, por la Palabra que nos transmitió la familia, la catequesis
en la Parroquia, las homilías (la palabra homilía significa: conversación) que
hemos tenido en nuestra vida.
La palabra es memoria,
creatividad y futuro. La lectura de la Palabra, la conversación con quien
merece mi confianza, el diálogo en la comunidad eclesial, en política, en los
ámbitos de amistad y quizás familiares, la Palabra es recordar, proyectar,
crear, compartir, perdonar, abrir caminos hacia la vida.
No es lo mismo información que
formación Utilicemos la “misma
expresión”: información y formación. Hoy en día vivimos sobre informados, lo
que ya no sé es si estamos formados, construidos. Disponemos de infinidad de
datos informativos por los diversos medios: internet, móvil, medios de
comunicación, lo que ya no sé es si nos enteramos de los problemas, de la vida,
de la muerte. Vivimos en un folklore y un maremágnum de datos, estadísticas,
encuestas, opiniones, wasaps, videos, pero sin tocar el fondo de la vida.
La pandemia en la que estamos insertos
es un buen ejemplo. Vivimos en un vértigo de opiniones sobre vacunas,
confinamientos, intereses, pero ¿alguien se plantea el problema de la
enfermedad y de la muerte como problema humano, humanista?
Hoy en día vivimos no en la
Palabra, sino en la superficialidad informática, en las corrientes de la moda,
del “opinionismo” como dogma de fe. Cada cual tiene su opinión y eso es
intocable vayas bien o vayas equivocados, lo importante es la libertad de
expresión y eso es sagrado.
Por otra parte, y es más grave, quizás lo
propio de la postmodernidad en que vivimos es no hablar, no plantear las
grandes cuestiones de la vida, no permitir que afloren las cuestiones de la
vida. Es mejor vivir sin pensar en nada, total la vida son 4 días…. Quizás por
ello, tal vez, la actitud y solución que tenemos ante los grandes problemas de
la persona humana es la anestesia. Ante el sentido de la vida, ante la muerte,
el tratamiento lo más que se nos ocurre es la sedación, el ocultar, maquillar
las cuestiones, o manejar las conciencias a nuestro gusto
En la escuela (ámbitos
intelectuales) no se puede pensar, ni se permite que afloren las grandes
cuestiones de la vida. Es preferible el ordenador a la filosofía, a los
problemas de la ética, de la muerte, de la esperanza, etc.
En ciertos momentos y ante
ciertas crisis habrá que sedar el dolor, pero la solución a la cuestión del
sentido de la vida y a la angustia no está, al menos no está solamente en la
farmacia, ni en la ciencia, sino en la Palabra, en el Logos (pensemos en la
logoterapia), en la esperanza. El problema de la muerte no se soluciona con una
“muerte dulce”. La muerte no se soluciona con la eutanasia, sino con el
horizonte que pueda tener la muerte, con una Palabra sensata de esperanza y
resurrección. La salida al problema de la culpabilidad no está, al menos no
está únicamente, en la psicología, sino en la gracia, en el perdón.
Profundo es lo opuesto a lo
superficial. Hay personas que viven siempre en la cresta de la ola, en la moda,
en lo que se dice, en una inmensa superficialidad, añadiendo capas y más capas
de superficialidad a la vida. Lo más profundo que tienen es la camisa, la
sotana o el uniforme que llevan o el chisme del “Hola” o del hábitat
eclesiástico o político.
Hay personas que viven entre
cosas serias y profundas y son unos perfectos superficiales. Por
contraposición, gentes sencillas, rurales, amas de casa y obreros viven la
existencia en profundidad. Es difícil encontrar raíces profundas en los super héroes que viven en la corriente
de la moda,
La Palabra, el diálogo no son
charlatanería, una mera expectoración de vocablos, sino que toda palabra ha de
llevar una dosis de contenido, que hemos de saber apreciar. La palabra es como
una semilla y esperemos que sea de trigo, no de cizaña.
Dice Isaías: Como la lluvia y
la nieve bajan del cielo, y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la
fecundan y la hacen germinar, y producen la semilla para sembrar y el pan para
comer, así también la palabra que sale de mis labios no vuelve a mí sin
producir efecto. (Isaías 55, 10-11)
¿tenéis algo de comer? Vamos a
comer.
El relato de los dos de Emaús es la
Eucaristía: la Mesa de la palabra y del Pan de Vida. La comida es el lugar de
encuentro, de amistad, de amor (ágape), de conversación, de fiesta familiar o popular,
de amistad o de compartir sufrimiento. En el fondo todo eso es la Eucaristía y
la mesa de la vida: reunirse, conversar, recordar, encontrarse, comer. En la
tradición de la Iglesia se hablaba de la Eucaristía como con dos alimentos: la
Palabra y el Pan de Vida. Todos estos aspectos son muy importantes en nuestra
vida personal, familiar, en el momento de nuestro pueblo. La vida se compone de
elementos muy sencillos, pero profundos, y creer en esta sencillez es creer en
el Señor Resucitado. Una limosna, un poco de pan, cuidar la “herida” de un
enfermo, saber escuchar son pequeños sacramentos de la Resurrección y de la
vida.
R. Verger
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