¡Hay peces, hay redes, faltan pescadores!
REMAR MAR ADENTRO.
Dios es sabio, lleno de sabiduría
es el creador de todo lo creado, pero él no cuenta como nosotros, su sabiduría
va más allá de nuestros pensamientos, él no hace cálculos, ni programas para llegar
a nosotros.
Vamos a ver dos encuentros con la
sabiduría de los hombres y la de Dios. En el libro de los Macabeos,3-19 hay una
guerra con lo macabeos con otro pueblo que quiere conquistar su fe en Yahvé,
pero el Señor sabe que tienen un ejército pequeño, pero aun así les dice “vayan
a luchar con ese ejercito pequeño, ¿Por qué? Porque en la victoria no depende
de la multitud del ejército, sino de la fuerza que viene del cielo, todo
depende del poder de Dios.
Hay otro caso también en el capítulo
7 de los Jueces, Cuando Gedeón tiene un gran ejército y Dios le dice que tiene
que disminuir ese ejército. Se reduce a 300 cuando los amalecitas son un gran
ejército, ¿Y quién ganó la batalla? El ejercito menos numeroso, eso nos enseña
que Dios llama a los que quiere y cuando quiere, no cuando nosotros queremos.
En el N.T. tenemos otro caso;
Jesús quiere dar de comer a más de 5.000 personas con solo 5 panes y dos peces,
nosotros como los discípulos le increparíamos al Señor. ¡No sabes lo que dices
Señor, eso es imposible!
También con la semilla que se
sembró en tierra buena, dio 30, 60 o 101, ¿la lógica seria dar 30-60-90 verdad?
¿Es que Dios no sabe contar? La cuenta solo en 1 y ese 1 eres tú. Que nos hizo
únicos, irrepetibles. Y nos ama personalmente, no en el número de un ejército
sino 1, Dios cuenta hasta uno, y ese 1 eres tú, amado y creado para su gloria.
Nos ama tanto que nos llama por nuestro nombre y repite muchas veces nuestro
nombre: Abraham Abraham, Moisés, Moisés, Saúl, Saúl, Simón, Simón, María, María,
José, José, Antonio, Antonio, porque ese eres tú, él nos conoce íntimamente y
nos llama por nuestro nombre.
La parábola de los talentos, el
Señor nos regala los talentos sus dones, y cuando él regala no los vuelve a
pedir, sino que nos pide lo que hayamos hecho con lo que él nos regaló. El gozo
del Señor está en que tú fuiste capaz de producir, lo dramático de esto es
cuando llega al último y este reprocha al Señor, excusándose, porque sus
talentos no habían producido nada, se lo había guardado para sí, este último no
entendió ese regalo, no fue digno de él.
Fue juzgado y condenado, y echado afuera del del reino, su pecado fue no
saber recibir y producir. Y el peor castigo es quitarte la confianza porque no
supiste recibir de tu Señor, porque él era bueno.
Las cosas que pueden hacernos
caer en ese pecado. Dejar la oración, un día y otro. Estar en mil ocupaciones,
pero descuidamos el trato intimo con el Señor, y pasa que cuando vamos a la
oración estamos cansados y nos aburre estar con él. Incluso a veces podemos
pensar ¿y para qué, acaso el Señor no ve todo lo que hago? Todo el día estoy de
aquí para allá, no tengo tiempo Señor, estoy agotado.
Otro pecadillo es, el tener y
tener, el mejor coche, las mejores vacaciones, etc. Y esto nos va minando en nuestra relación con
Dios, porque ya no le necesitamos tanto. Y hacemos algo o poco, porque estamos
en muchas cosas que pueden ser buenas si claro, pero que no nos llevan a Dios.
Otro pecadillo es; enamorarnos de
nosotros mismos ese narcisismo, nos enamoramos de nuestra fama, de ser queridos
y amados de los demás, también eso es bueno si, pero nos envanece, nos hace
soberbios y nos aleja de la humildad que rompe el corazón de Dios.
Son cositas que poco a poco nos
alejan del valor de los talentos, solo utilizamos esos talentos para nuestro
provecho, y ¡encima somos temerosos de Dios! Poco a poco vamos alejándonos del
propósito de Dios en nuestra vida. Cuando caemos en la rutina al estar tan
ocupados que nos olvidamos de lo más importante, el Amor de Dios ósea el amor con
que Dios nos ama y nos busca para sí.
Cuando estamos tan inmersos en las cosas de Dios, podemos olvidarnos del
mismo Dios. Porque ya vivimos en la rutina, hemos perdido la capacidad del
asombro, la capacidad de esperar en él, de oír su voz, y ¿Por qué? Porque solo
nos oímos a nosotros mismos, es poner el piloto automático y dejarnos llevar,
la rutina, el acostumbrarnos a tenerlo todo controlado, incluso nos creernos
suficientes para predicar a los demás, porque lo sabemos todo, tenemos mucha
ciencia teologal ya no necesitamos al E. S. porque nosotros somos
autosuficientes. Es importante preguntarse hoy, ¿en qué estoy cayendo yo en la
rutina? ese es otro pecadillo.
Otro pecadillo es; cuando nos
paramos ya no hacemos nada, nos hemos acostumbrado a vivir y dejar vivir, ya no
tenemos capacidad de nada, nos hemos oxidado.
Un vehículo parado se adormece, se oxida, es muy difícil volver a
ponerse en marcha porque está casi muerto. Fuimos hechos para el Reino de Dios,
ese es nuestro fin último. Nuestra vida no solo es; nacer, adolescencia,
madurez y vejez y después la muerte. Tenemos en nosotros la semilla del Reino,
nuestra meta es la nueva Jerusalén que bajara del cielo y cuyo Rey es el
Cordero de Dios. Este reino es eterno.
Como ejemplo os voy a poner al
Rey David, éste era un guerrero, lucho en batallas, lucho contra Goliat, pero cayó
en el adulterio porque dejo de luchar, cuando ya dijo voy a descansar. Los
cristianos estamos hechos no de carne corruptible sino de carne resucitada, no
podemos dejar de luchar, hay que orar, nuestra vida tiene que ser un
sacramento, porque somos sacramento de Dios, templos del E. S. por esto mismo somos ciudadanos del cielo.
¡Pero ojo! No podemos dejar a nadie atrás, hay muchos invitados al banquete. Y
quizás no lo sepan porque andan como ovejas sin pastor, sin que nadie les
invite a volver a casa. ¡Porque hay peces, pero faltan pescadores!
Rafael Verger
Tienes razón Rafael, que dificil veo ese cambio por parte de algunos ministros lo que veo es que el laicado no esta preparado
ResponderEliminarA, Burgera