TESTIMONIO DE Mn. ANTONIO ALZAMORA SALOM
No cabe la mejor duda de que una
vocación al sacerdocio puede venir de la niñez. Eso precisamente es lo que nos
cuenta d. Antonio Alzamora. La presencia de una familia cristiana con
sentimientos muy arraigados en las costumbres de antaño es lo que influenció en
la vacación. Todo viene de una pregunta que mi madre me formuló: “¿Toni, te
gustaría ser sacerdote? Recuerdo -prosigue- ese momento como algo muy
entrañable y querido, su contestación fue espontánea y fresca: ¡Si mamá, quiero
ser sacerdote! Ese abrazo de mamá fue un
principio de una vocación, ya nacida en el sí de la madre.
A los 14/15 años ingresé en el
Seminario de Mallorca, recuerdo con mucho cariño esos años de preparación, esos
profesores tan entregados, el ambiente del seminario era un gozo, había tantos
seminaristas que no cabíamos en el mismo, tuvimos que trasladar unos cuantos al
convento del Socorro.
A los 22 años fui ordenado
sacerdote por el Obispo Jesús Enciso y mi primera parroquia como vicario fue
Santa Pagesa (Santa Catalina Thomàs); recuerdo que la primera vez que me tocó
confesar: estaba muy nervioso, pero gracias a Dios fue bien. Cuando voy a esa
parroquia, todavía recuerdo ese confesionario con cariño, en el cual me pasé
muchas horas.
Poco después me invitaron a ir en
peregrinación a Tierra Santa, uno de los viajes que más he recordado en mí
vida: las personas que conocí, los momentos tan emotivos y sobre todo por la
acogida de los Franciscanos. Viajaba conmigo otro sacerdote joven mexicano, con
él compartimos momentos de verdadera fraternidad.
De regreso a Palma conocí a otro
sacerdote que había venido de Roma de estudiar, confieso que la amistad que
tuve con él despertó en mí las ganas de estudiar Teología, y pedí al obispo
permiso para ir a Roma a estudiar, este me lo concedió. Estando allí
estudiando, otros amigos sacerdotes me dijeron: ¿por qué no estudias filosofía
con nosotros? Y me pareció bien, de esta forma hice la tesis en filosofía y
teología.
De vuelta a Palma, el obispo
Teodoro Úbeda me pidió si podía ejercer el ministerio como vicario en mi
querida parroquia de la Vileta, y accedí. Estuve de vicario con el ecónomo D.
Juan Sueca, del cual conservo un bello recuerdo. La gente de la Vileta eran
personas sencillas, sociables, la juventud era un campo sin explorar y me atreví
a organizar un equipo de futbol de la barriada, éste fue muy bien acogido.
Poco a poco estuve negociando con
los propietarios del que es hoy el campo de los hermanos Massot, y estos
accedieron en donar a la parroquia unos terrenos para hacer un campo de futbol,
con los jóvenes de la parroquia, los del equipo, los de la catequesis, nos
pusimos en marcha a quitar piedras, árboles, y a construir unos vestidores. La
juventud estaba entusiasmada con este proyecto.
Después vino D. Gabriel Bestard y
con él estuve unos años más, pero el obispo me destinó cerca de donde estaba:
en una nueva parroquia que se iba a eregir en el convento de las Oblatas
dedicada al Santísimo Redentor, ya que se iba a construir una gran urbanización
en Son Seba, y esta se necesitaba otra parroquia. Accedí de buen grado y con
jóvenes de la parroquia de la Vileta empezamos a organizar catequesis,
excursiones, etc. Recuerdo que construimos un centro parroquial, es uno de mis
mejores logros en la Vileta, teníamos reuniones cada viernes, muchos fueron a
cursillos de cristiandad, y allí hacíamos las Ultreyas fueron años de
esplendor, catequesis de adultos, niños, familias. Todo con la ayuda de jóvenes
y religiosas Oblatas. Cuando por el año 1980 el obispo me mandó llamar y me
pidió ir a hacer presente la Iglesia en las playas, Calvià, Santa Ponça, etc.
Allí descubrí un mundo muy diferente al que estaba acostumbrado. Pero algo
dentro de mi me empujaba a ser pastor y hermano. Con el tiempo se construyeron:
varias iglesias que luego fueron parroquias. Toda una labor evangélica en la
acogida del mundo turístico. De hecho, para mí fue impactante pues me llevo a
estudiar idiomas para así poder atender mejor a los turistas.
Pasaron los años y fui destinado
a Santa Eulàlia como párroco, tengo que decir que allí con varios sacerdotes de
otras parroquias, religiosas y seglares nos reuníamos para planificar.
Profundizar la pastoral de conjunto, fue un tiempo muy cercano y profundo.
Ahora ya jubilado y por encargo
del obispo Taltavull voy a acompañar a los mayores en la residencia de General
Riera, Misas y demás sacramentos. Como me sentía con ganas de hacer más a pesar
de mis años, el obispo me dijo: ¿quieres ayudar a Mn. Julio en la Vileta?; es
un cura joven y le vendrá bien una ayuda. Me pareció algo de la providencia,
¡vuelvo a mis raíces, vuelvo a mi casa!
De hecho, mi hermana Juana tiene una casa allí y nos venimos a vivir en
la Vileta.
Ahora actualmente estoy ayudando
el P. Julio en son Roca, y algunas misas en la Vileta, compaginando la
residencia, la Vileta y Son Roca. En esta última con seglares de esta hemos
creado un pequeño grupo al que llamamos Cafarnaúm: nos dedicamos a visitar a
las familias, a los gitanos que son gente muy cariñosa y particular. Es para mí
recordar las misiones del P. Junípero Serra.
El sacerdocio no es una carrera o
una profesión, sino una vocación de amor a los demás que permite comprender el
celibato. Me sorprende muy negativamente en mis encuentros con los jóvenes,
adolescentes y niños cuando les insinúo si alguna vez han pensado ser
sacerdotes, rechacen la idea casi instintivamente, como si se les propusiera
algo poco o nada estimable. Reaccionan como si dijeran: ¿sacerdote, yo?, ¡qué
disparate! ¿Qué me tienen que pagar, o cuanto cobrare? Al preguntarme por esta
reacción tan instintiva, y buscando sus posibles razones, pienso en la escasa
valoración social de los sacerdotes, en la imagen que pueden tener de nosotros,
quizás poco atractiva y estimulante, o sencillamente en el desconocimiento de
qué es un sacerdote. Es verdad que somos pecadores, que no somos dignos del
ministerio recibido, que no podemos ni compararnos mínimamente con él. Sería
una pretensión inaceptable. Pero, queramos o no, él nos ha hecho ministros
suyos, y, con todos nuestros defectos y pecados, tenemos la gracia de hacerlo
presente en medio de la asamblea.
Después de varias preguntas,
terminamos con la vida de este sacerdote que tanto a luchado por nuestra
parroquia, ejerciendo su ministerio sacerdotal. Molts d anys Don Toni! ¡I
gracias per tant!
Rafael Verger
Que alegría conocer el testimonio de D. Toni, fue todo un referente en la juventud de la Vileta, en las Oblatas en el centro parroquial vivimos unas jornadas de mucha actividad.
ResponderEliminarAhora han pasado los años y en nombre de mi generación quiero agradecer todo el bien que hizo por los jóvenes. Precioso testimonio
Gracias De. Toni
Gracias por compartir este testimonio, recuerdo cuando vino a la Vileta, un cura joven y guapo, imaginad el revuelo de todas las jóvenes.. pronto nos reunimos con el pusimos en marcha la acción católica fueron años muy bonitos.
ResponderEliminarGracias Rafael Verger por compartir este testimonio de el gran D. Toni.
María Flexas
La Vileta