EN EL CICLO VITAL HAY TIEMPOS DE SIEMBRA Y TIEMPOS DE COSECHA

 


En la madurez de mi vida, he contemplado esos tiempos de siembra en los cuales puse tanto ímpetu tanta energía en sembrar; amistades, proyectos, etc. Estos han ido marcando el largo de mi vida, y es que lo sembré con mucha ilusión esperando ver los frutos. Pero esos frutos van viniendo muy despacio, tan despacio que son poco percibidos en mi mente sino fuera por mi visión mística de los mismos son irreconocibles a mi visión de la misma vida.

He descubierto que debo tomar mi propia mente y controlarla – debo tomar mi maravillosa imaginación y realmente controlarla y usarla para propósitos nobles, y no debo tener ningún intermediario entre yo mismo y Dios.

Porque el Dios de este mundo, es un Dios interno. Él es esa fuerza inevitable que expresa en hechos externos, las tendencias latentes del alma, y entonces, si yo quisiera descubrir a ese Dios, no puedo dejar que tú hagas el trabajo por mí. No puedo dejar que comas mi comida espiritual y esperar que yo crezca espiritualmente. El trabajo de mi siembra es solo mío.

Como se nos dice en Juan – “Yo os envié a segar lo que no habéis trabajado” (Juan 4:38).

Porque la creación está terminada. Cada drama humano concebible, cada pequeña trama, cada pequeño plan en el drama de la vida ya ha sido elaborado, como meras posibilidades (mientras no estemos en ellos), pero son poderosamente reales cuando estamos en ellos. Así que el hombre puede contactarse con ese particular estado de su elección, porque mi imaginación puede contactarme internamente con el estado deseado entonces me encuentro en él. Si estoy en él, yo lo manifestaré en mi mundo. Los estados en los que nos encontramos son el tiempo de siembra. La cosecha es simplemente el encuentro con los eventos y circunstancias de la vida.

 

Pero la memoria del hombre es tan corta, que se olvida del tiempo de siembra, pero todos los finales son consistentes con su origen, así que si el origen, digamos que sembramos equivocadamente creyendo que era buena pero el resultado fue una desgracia, el final será una desgracia. Pero cuando cosechas desgracias, tú te preguntas: ¿Por qué me pasó a mí? ¿Cuándo puse en marcha una cosa como esta? ¿Acaso no he rezado todos los días? ¿Y por qué este tipo de cosas deberían suceder?

Pero verás, mi Dios nunca se olvida porque Él siempre da el final en armonía con el origen, y tú y yo somos seleccionadores: nosotros no hacemos, no somos creadores; la creación está terminada, el mundo entero de la creación, como se nos dice en Eclesiastés: “Yo soy el principio y el fin. No hay nada por venir que no haya sido y que es.”

Así que ve la creación como terminada – y tú y yo somos solo seleccionadores de aquello que ya es. Por seleccionadores me refiero a que tú y yo tenemos el privilegio (podemos no utilizarlo) pero es nuestro privilegio seleccionar aquel aspecto de la realidad al cual responderemos, y al responder a él, lo manifestamos en la existencia para nosotros mismos. Sin saber que somos tan privilegiados, simplemente vamos por el mundo reflexionando las circunstancias de la vida, sin darnos cuenta de que tenemos el poder de crear o de generar las circunstancias de nuestra vida. ¿Pero cómo es la siembra en la vida? Si tan solo el hombre pudiera recordar estos momentos de siembra, él nunca estaría sorprendido cuando la cosecha aparece en su mundo. Pero porque no tiene recuerdo sobre ese momento en el tiempo cuando él tiró esa semilla, que es simplemente su respuesta emocional a algo que él contempló, algo de lo que se enteró, algo que observó, en ese momento la cosa fue hecha; él no tuvo que trabajar para traer la cosecha – él simplemente lo encontró como algo ya completamente crecido, así que cosecha ahora aquello en lo que él no trabajó, sin poder elegir. Él ya lo había elegido por su actitud, por su reacción su cosecha esta en el tiempo unas veces lo verá y otras no.

Cada uno venimos a este mundo con un trabajo por hacer, el Señor mando a Adán que cuidara la tierra y comiera de sus frutos, “cuidar” es sembrar, labrar la tierra, etc. Todo está contemplado en la mente de Dios, nada se hace sin su consentimiento y todo tiene su razón.  Tus padres al plantar una semilla primero fueron plantados en su imaginación, después en el tiempo se fue produciendo el milagro, pero este no está acabado aún.

Tú sientes el éxtasis de experimentarlo en tu interior. Eso es el tiempo de siembra. Ha eso me refiero que el tiempo de siembra está en tu interior, primero se siembra allí. Luego, de una manera que tú no conoces, y no necesitas trabajarlo para producirlo porque otros estarán en ese mismo propósito en la siembra, tus hijos, amigos, familiares, etc.

Así que tú plantas la semilla, y dejas que otros, que piensan que son ellos lo que lo están trayendo a la existencia, les permites que ellos piensen eso. Tú vas por este mundo plantando lo bueno, una familia, un negocio, un proyecto de vida, – es por eso por lo que estás aquí. Todo forma parte del trabajo que Dios nos encomendó.

Ahora, de una manera que tú no conoces y que no necesitas conocer, esa semilla va a ir a través de su pasaje invisible natural y aparecerá como una realidad en tu mundo. Y así conocerás el poder latente dentro de ti y dejarás de reflejar la vida, y te convertirás en lo que yo llamo un verdadero creador, y con creador me refiero a que tú estás creando por seleccionar sabiamente las cosas amorosas en este mundo y les estás dando expresión en este nuestro mundo.

 

Pero al tiempo no se puede ni ver ni sentir, ni escuchar ni gustar ni olfatear. La pregunta sigue flotando sin obtener respuesta: cómo puede medirse algo que los sentidos no pueden percibir? Una hora es invisible. Pero ¿acaso los relojes no miden el tiempo? Sin lugar a duda, miden algo; pero ese algo no es, hablando con rigor, el tiempo invisible, sino algo muy concreto. De la misma manera la vida del hombre tiene su tiempo, su espacio y momento. Nos podemos encontrar con la idea apocalíptica de las eras o épocas que responden al plan de Dios. Una expresión clásica de este concepto lo encontramos en Esdras 4,36-37: “El Altísimo ha pesado el mundo en una balanza y con medida ha medido los tiempos y con número los ha numerado, y no moverá nada ni adelantará hasta que se cumpla la medida prefijada” Como verás todo tiene su tiempo y el tiempo está fuera de nuestros cronos, solo lo tiene Dios en su tiempo.

¿Pero y la cosecha?

Sembrar y cosechar es también una ley del mundo espiritual. Es más que un principio agrícola. Es una regla de vida que cosechamos lo que sembramos. Gálatas 6:7

Nada bueno crece de la noche a la mañana. El agricultor debe ser paciente para ver el fruto de su trabajo. Cuando la Biblia compara la siembra, el riego y la cosecha sugiere un tiempo de espera. Dios dará fruto para Su gloria en Su tiempo.

Cosechamos proporcionalmente a lo que sembramos. La regla es que cuanta más semilla se planta, más fruto se recoge. Cosechamos más de lo que sembramos. En otras palabras, la ley de la siembra y la cosecha está relacionada con la ley de la multiplicación. Jesús habló de la semilla que produjo "cien, sesenta o treinta veces lo que se sembró.

Mientras esa semilla está escondida en el suelo, está germinando lentamente. Y cuando esa semilla estalle con la bendición de Dios sobre ella, seguirá creciendo y creciendo. Un día, un pequeño brote se levantará del suelo, y luego verás que está funcionando. Así son nuestros sueños, nuestro proyecto a largo plazo, todo va poco a poco, el tiempo es veloz, pero solo para nosotros que vivimos solo un tiempo, aunque algunas veces la cosecha no la verán tus ojos del mundo sino tus bienhechores en el tiempo futuro. Pero hasta entonces, debes confiar en que Dios está trabajando, incluso cuando no puedas ver el fruto de tu trabajo.

¿Cómo viene esa cosecha?

Jesús nos dice que el problema del mundo no es el mundo, sino la pasividad e indiferencia de sus hijos. La cosecha está lista, pero al no estar listos los obreros, se pierde el fruto de esta cosecha. Jesús nos dice en este pasaje que debemos obligarnos a orar fervientemente para que el Señor envíe obreros a las personas que ya están listas. El Señor quiere enviarnos con violencia, empujarnos y sacudirnos para que comencemos a vivir un cristianismo que sigue los pasos de Jesús. Él quiere expulsarnos de nuestra pasividad, indiferencia y comodidad para recoger la cosecha.

 

Cuando tú oras por obreros para los campos, al primero que enviará Dios es a ti. Él quiere usarte a ti para llevar el evangelio a todas las personas a nuestro alrededor.

No sabemos cuándo, no sabemos para cuándo. Santa Mónica regó aquella semilla que había plantado con sus propias lágrimas, fue ella la que de algún modo lloraba la tristeza de ver a su hijo a quien había anunciado el Evangelio y de quien había sido testigo en su plegaria, con su oración, con su amor a la escritura del Evangelio, lo veía lejos, pero supo pacientemente regar esa semilla con sus lágrimas.  Supo esperar los tiempos de Dios. Dios no tiene urgencias, nos sigue esperando con su misericordia y su amor. Sigue esperando aquello que nosotros hemos sembrado y Él le va a dar crecimiento. Uno plantó, otro regó, dice San Pablo, pero es el Señor el que le ha dado el crecimiento.

¡Tú cosecha está en Dios, pero otros podrán comer de tus frutos que has plantado!

¡Así que, sigue sembrando a pesar de todo!

Rafael Verger OFS

 

 


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