No se trata solo de hacer asistencia social sino de ofrecer la fuerza del Evangelio»
Papa Francisco: «No se trata solo de hacer
asistencia social sino de ofrecer la fuerza del Evangelio»
Después de rezar la
oración mariana, el Obispo de Roma dirigió su saludo a los numerosos fieles y
peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro deseosos de escuchar su
comentario al Evangelio dominical del 24 de enero. El Pontífice recordó «que la
misión de la Iglesia y de todo bautizado es evangelizar a los pobres»,
anunciando a Cristo con las palabras y la vida. El Santo Padre advirtió que no
basta con la asistencia social, pues hay que ofrecer la fuerza del Evangelio
que convierte los corazones.
(InfoCatólica) Texto
completo de la alocución papal:
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
En el Evangelio de hoy, el evangelista Lucas antes de presentar el
discurso programático de Jesús de Nazaret, resume brevemente su actividad
evangelizadora. Es una actividad que Él realiza con el poder del
Espíritu Santo: su palabra es original, porque revela el sentido de las
Escrituras; es una palabra autorizada, porque manda incluso a los espíritus
impuros y estos obedecen (Cfr. Mc 1, 27). Jesús es diferente de los maestros de
su tiempo: por ejemplo, Jesús no ha abierto una escuela para el estudio de la
Ley, pero va a predicar y enseña por doquier: en las sinagogas, por las calles,
en las casas, siempre andando. Jesús también es diferente de Juan Bautista,
quien proclama el juicio inminente de Dios, mientras Jesús anuncia su perdón de
Padre.
Y ahora entramos también nosotros - imaginamos - que entramos en
la sinagoga de Nazaret, la
aldea donde creció Jesús hasta llegar casi a los treinta años. Lo que sucede
allí es un acontecimiento importante, que traza la misión de Jesús. Él se levanta para leer la Sagrada
Escritura. Abre el rollo del profeta Isaías y elige el pasaje en el que está
escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la
unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres» (Lc 4, 18).
Después, tras un momento de silencio lleno de la expectativa de todos, dice, en
medio del estupor general: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que
acaban de oír» (v. 21).
Evangelizar a los pobres: ésta es la misión de Jesús; según [lo que] Él dice; ésta es también
la misión de la Iglesia, y de todo bautizado en la Iglesia. Ser cristiano y ser misionero
es la misma cosa. Anunciar e1 Evangelio, con la palabra y, antes aún,
con la vida, es la finalidad principal de la comunidad cristiana y de cada uno
de sus miembros. Se nota aquí que Jesús dirige la Buena Nueva a todos, sin
excluir a nadie, más bien, privilegia a los más lejanos, a los que sufren, a
los enfermos, a los descartados de la sociedad.
Pero hagámonos una pregunta: ¿Qué significa evangelizar a los
pobres? Significa ante todo acercarse a ellos, significa tener la alegría de
servirlos, de liberarlos de su opresión, y todo esto en el nombre y con el
Espíritu de Cristo, porque es Él el Evangelio de Dios, es Él la Misericordia de
Dios, es Él la liberación de Dios, es Él quien se ha hecho pobre para
enriquecernos con su pobreza.
El texto de Isaías, reforzado por pequeñas adaptaciones
introducidas por Jesús, indica que el anuncio mesiánico del Reino de Dios
venido entre nosotros se dirige de modo preferencial a los marginados, a los
prisioneros y a los oprimidos.
Probablemente en tiempos de Jesús estas personas no estaban en el
centro de la comunidad de fe. Y podemos preguntarnos: ¿Hoy, en nuestras
comunidades parroquiales, en las asociaciones, en los movimientos, somos fieles
al programa de Cristo? ¿La evangelización de los pobres, llevarles el feliz
anuncio, es la prioridad?
Atención: no
se trata sólo de hacer asistencia social, y menos aún actividad política. Se
trata de ofrecer la fuerza del Evangelio de Dios, que convierte los corazones,
sana las heridas, transforma las relaciones humanas y sociales según la lógica
del amor. En efecto, los pobres están en el centro del Evangelio.
Que la Virgen María, Madre de los evangelizadores, nos ayude a
sentir fuertemente el hambre y la sed del Evangelio que hay en el mundo,
especialmente en el corazón y en la carne de los pobres. Y obtenga para cada
uno de nosotros y a toda comunidad cristiana testimoniar concretamente la
misericordia, la gran misericordia que Cristo nos ha donado.
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