PRÓXIMA REUNION DE GRUPO EMAUS
REUNIÓN DE ORACION
“GRUPO EMAÚS”
DÍA 25 DE MAYO
DIOS ESCUCHA A LOS
QUE SE CONFÍAN EN ÉL Lucas, 18 9-14
A unos que presumían de
ser buenos o justos y despreciaban a los demás, Jesús les dijo esta parábola;
-
Dos hombres subieron al templo a
orar; uno era fariseo y el otro recaudador. El fariseo, erguido, hacía
interiormente esta oración, “Dios mío, te
doy gracias porque no soy como los demás, ladrones, injustos, adúlteros,
mentirosos, ni como ese publicano. Ayuno dos veces a la semana y pago los
diezmos de todo lo que poseo” Por otra parte, el recaudador, se mantenía a
distancia, no se atrevía ni siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se
golpeaba el pecho diciendo; “Dios mío, ten compasión de mí, que soy un pecador”
-
Os digo que este bajo a su casa justificado
por Dios, y el otro no.
Palabra de Dios
Reflexión personal
Si Dios es como dice Jesús, la última
palabra de la vida no la tiene la Ley, que juzga nuestras conductas, sino la
misericordia de Dios, que acoge nuestra petición de compasión.
Hay algo que tenemos que aprender ante Dios, hemos de vivir
no presentando nuestros méritos, sino invocando su Misericordia.
Fijémonos en este detalle “Yo no soy como los demás”
cumplo con mis obligaciones con la iglesia, rezo mis rosarios, ayuno,
etc. Siempre tiene referencia a sus
méritos. Pero no dice nada de su ayuda a los demás o de su compasión con los
necesitados, de amar a sus enemigos, de visitar a los enfermos, etc. En
definitiva de Amar. Siempre está el Yo.
Fijémonos ahora en la
oración del recaudador, su postura exterior ya es diferente a la del fariseo.
En esta parábola hay tres personajes; un fariseo, un recaudador y Dios que
habita en el Templo. No habla de dos hombres que suben a orar, sino que dice
algo muy importante de cómo reacciona Dios cuando escucha su oración
Los que seguían a Jesús habían peregrinado muchas veces al
templo, ellos sabían que el templo era la “Casa de Dios” pues allí habita el
Dios Santo de Israel, cualquiera no podía acercarse a aquel lugar santo, lo
dice el mismo salmo 24, 3-5. ¿Quién podrá entrar en el recinto Santo? El de
manos limpias y corazón puro, ese logrará la bendición del Señor, el perdón de
Dios. Pero el relato de Jesús despierta un interés y la curiosidad, ¿Qué va a
pasar allí?
Los oyentes saben cómo es un fariseo, es un hombre religioso
que cumple fielmente la Ley, sube al templo sin pecado, ayuda a sostener el
templo, etc. Dios solo puede bendecirlo no? En cambio el recaudador es un
personaje que vive una vida despreciable,
no ayuda a los necesitados, se enriquece a cuenta de ellos, etc. No se siente
bien en el templo.
Pero Jesús nos hace referencia a la oración del fariseo, el
hombre ora de pie, seguro y sin temor, su conciencia no le acusa de ningún
pecado, de su corazón sale el agradecimiento, “Dios mío, te doy gracias” no es
un acto de hipocresía todo lo que dice es real, él hace todo lo que dice la
ley. Con una vida casi irreprochable se siente seguro ante Dios. No pertenece
al grupo de los pecadores, donde está el recaudador y lo dice con orgullo ”No
soy como los demás”. Ni como ese recaudador. Y tiene razón, su vida es ejemplar, si este
hombre no es justo quien lo será? Es
todo un ejemplo a seguir. Así piensan los que escuchaban a Jesús. ¿No lo
piensas tú también? Pero ahora vamos a ver la actitud del recaudador. Éste se
queda atrás, sabe que no es digno de estar en aquel lugar sagrado, no se atreve
a levantar los ojos del suelo, se golpea el pecho y reconoce su pecado, no
tiene fuerzas para cambiar su vida, para ser bueno o justo. Vive avergonzado
por su pecado, todos los justos lo miran con desprecio, por encima del hombro y
se dicen; No es de los nuestros.
De pronto Jesús termina su parábola con una afirmación que
les sorprende a todos “Este recaudador
bajo a su casa justificado por Dios, y aquel fariseo no”. El primero era un santo varón, un hombre
muy religioso. El recaudador se abandonó en las manos misericordiosas de Dios,
sin hacer un propósito de cambiar su vida, sin comprometerse a nada. Y Jesús
los pilla a todos por sorpresa. ¿Será verdad que ante Dios no es las
observancias de la religión, sino la invocación confiada a la misericordia
insondable de Dios? Si es cierto lo que
dice Jesús no hay seguridad para nadie que confié solo en sus méritos, por muy
santo que se crea. Todos tenemos que
recurrir a la Misericordia de Dios.
Cuando alguien se siente bien consigo mismo y ante los demás,
se apoya en su propia vida y no necesita nada más, tiene el peligro de vivir
una “falsa inocencia”, por el contrario cuando uno se siente culpable y sin
fuerzas, siente la necesidad de acogerse a la misericordia de Dios y solo a su
misericordia. Probablemente los que pueden entender en mensaje de Jesús son los
que no tienen fuerzas para salir de su vida inmoral, los que se sienten pobres
y débiles. ¿No es apasionante vivir como testigos de este Dios rico en
misericordia? Mira el salmo 50. El 129, y el 50.
Preguntas a
responder
¿Es mi vida como la del fariseo, me siento seguro, cumplo con
los mandamientos, doy limosna, etc. O me siento pobre, inseguro, pecador?
¿Te dejas llevar por murmuraciones contra la buena fama de
alguien?
¿Quieres ser testigos del Dios Misericordioso, ofreciéndote a alguien la cercanía y amistad, sea cual sea
la persona que se te acerca?
Tráete de tu casa una
petición escrita, sin poner tú nombre para orar por tú intención, ¿O te atreves a decirla en voz
alta?
¿A cuántos has invitado en el nombre del Señor, a venir al grupo de oración, o a decirles que tú estás haciendo una
experiencia de Jesús?
¿Cuánto tiempo hace que no te has confesado ante el sacerdote
de Cristo?
¿Durante las semanas que prosiguen a la reunión, meditas la
Palabra de Dios, haces oración personal?
¿Acudes al Sagrario, en cualquier iglesia a estar a solas con
Dios?
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