¡JESUCRISTO PUEDE SANAR TUS HERIDAS!


 

“Una persona herida internamente, si no se ocupa de sus heridas, daña a los demás"


A veces, nuestro crecimiento humano y espiritual se estanca porque está bloqueado por heridas. Las lesiones internas se pueden ocultar o excusar, por vergüenza o culpa, muchas heridas tienen que ver con lo vivido en la infancia. Quizá la persona de niño no experimentó el amor de su padre o de su madre. O quizá no experimentó que se amaran entre ellos. Quizá ellos vivían con resentimiento porque el bebé no era del sexo que querían. Hay padres y parientes que pueden haber dañado a un niño o joven subestimándole, o comparándole sin cesar, exigiéndole perfeccionismo, humillándole, o directamente abusando de él.

Fuera del ámbito infantil, una persona también puede acumular heridas internas por adicciones, por sentirse fracasado en la vida o por un divorcio. También si su vida se guía con el ocultismo, el esoterismo, adivinación, cartas, Ouija, etc y acercarse a otros caminos ligados a lo diabólico. Hay cosas que son parte normal de nuestra vida: el dolor, el sufrimiento, el desequilibrio mental, agotamiento. El cristiano enfrenta el pecado con la oración y los sacramentos. Se puede aplicarlos también a las heridas interiores.

El primer paso siempre debe ser perdonar. "El perdón es la entrada más importante en cualquier oración de sanidad y liberación. Es crucial. Jesús avisa que, si no perdonamos a nuestro prójimo de corazón, entonces no seremos perdonados. Este "desde el corazón" significa ir a la profundidad de todo el dolor que hay en el corazón. Por eso, la mayor liberación de las pesadas cargas del hombre es la liberación de la falta de perdón.

Cuando una persona tiene falta de perdón en su corazón, nunca tendrá una relación viva con Dios; Dios no morará en un corazón donde haya amargura, ira, falta de perdón, envidia, celos, odio. El perdón abre una relación viva con Dios. A veces Dios sana de inmediato, a veces sana gradualmente y, a veces, la curación dura toda la vida. Si miramos el contexto de nuestras vidas como si fueran del hoy, Dios los ve globalmente, en toda la globalidad de mis relaciones y dondequiera que haya sido herida. Toda oración con el corazón es sanadora. Puede que no veamos el fruto de inmediato, pero no debemos disgustarnos.

 

A la gente de hoy le gustan las cosas e instrucciones simplificadas, soluciones rápidas a los problemas, pero, por lo general, la vida no es así. Dios tampoco promete una vida tranquila. Dios busca una relación con nosotros, no sólo una solución superficial a nuestras dificultades y problemas. No se trata de hacer ese chantaje emocional con el Señor, si me concedes esto hare esto otro, si me curas, encenderé una vela, eso es entristecer al Espíritu que habita en nosotros.

 Tendremos que abrirnos, restaurar cada recuerdo herido, atravesar el dolor, cooperar con la gracia de Dios y, si es necesario, abrirme a la ayuda médica profesional. Los seres humanos somos complejos y tan profundos que las curaciones fáciles e instantáneas no son duraderas, a veces caemos en el efecto placebo y es un engaño por no tener solidez.

La persona debe imitar a Jesús cuando dijo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Al entregarse uno, no se busca el dolor, pero tampoco busca evitarlo a toda costa. "Por lo tanto, el siguiente momento en la sanación interior es la aceptación". la aceptación serena en algunos enfermos que ganan en tranquilidad, humildad, escuchaban a Dios, aprovechaban la vida, con sus dolores. Esto funciona también con las heridas interiores.


Además, igual que el ex- alcohólico puede ayudar a otros alcohólicos, o quien ha superado crisis matrimoniales puede ayudar a matrimonios en crisis, el que ha trabajado sus heridas interiores puede ayudar a otros. Así, igual que unas personas provocan heridas en otras, también unas personas ayudan a sanar a otras. "Es un trabajo de hormiga que puede parecer insignificante, pero no lo es. Cada corazón humano está llamado a ser un punto de apoyo para los demás, hay que arrimar el hombro ".

El pecado grave persistente, la falta de arrepentimiento, la participación en la idolatría, el ocultismo, espiritismo, etc y cosas similares son puertas de entrada al mal, por lo que experimentamos tentaciones excesivas, ataques y opresiones del mal, fuertes depresiones, un no tener ilusión para nada entre otras. Cuando el profeta anuncia: “Sus heridas os han curado”, se refiere también al poder sanador de la Eucaristía, la herida abierta de Cristo.


Una sanación ante Cristo Eucaristía, por esta misma razón muchas iglesias católicas tienen la “hora Santa” exposición del Santísimo, porque no hay mayor curación que estar frente al Señor. Hay tres sacramentos que son de sanación; la penitencia, la unción de enfermos, y la Eucaristía.

Podemos sufrir de dolores de cabeza relacionados con el estrés, dolores de estómago, problemas respiratorios y estados de nerviosismo. Nuestra alma vive en un estado de verdad, bienaventuranza y amor. El alma es por naturaleza sana y completa. Lo que no es saludable es que hayamos olvidado nuestra alma. Lo que nos está causando malestar, es ser ignorantes de lo que somos como alma. En cambio, nos identificamos con la mente, el cuerpo y el mundo hasta tal punto que hemos perdido de vista una parte esencial de lo que somos, nuestro lado espiritual.

Las personas que conozcamos en nuestros trabajos, en nuestra comunidad o en nuestra propia familia quedarán impresionadas por la transformación que hemos logrado. Ellos serán testigos de nuestra paz, armonía y alegría, y también querrán lo que hemos ganado. Desearán saber cómo obtuvimos esos tesoros. De esta manera, por nuestra propia luz, podemos iluminar a los demás. No podemos iluminar a otros con palabras vacías. Pero ellos se sentirán inspirados a encender sus propias lámparas cuando vean el esplendor con el que nosotros brillamos. El mandato del Señor es que brillemos con su Luz, que nos encendamos desde la Palabra de Dios y los sacramentos especialmente la eucaristía. Tenemos que ser misioneros eucarísticos, si de verdad creemos en Cristo, no podemos dormirnos. 


El apóstol San Pablo lo tenía bastante claro: “Porque evangelizar no es gloria para mí, sino necesidad. ¡Ay de mí si no evangelizara!” (1ª Cor 9,16) ¿Quién fue el que nos dijo? “Id y haced “discípulos” a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mt 28,19-20).

Ahora bien, evidentemente, a la hora de evangelizar hay que saber de dónde parte el que va a ser evangelizado. Si ni siquiera cree en la existencia del alma, habrá que decirle que el alma existe. Si no cree en la existencia de Dios, habrá que intentar sacarle de su error. Si cree en un dios falso, habrá que conducirle hacia el Dios verdadero (1ª Jn 5,20). Y hay que entenderlo bien. No somos nosotros los que hacemos eso, sino el Espíritu Santo, que se vale de nosotros a pesar de nuestra condición pecadora. ¿Qué nos motiva a evangelizar? ¿Qué nos lleva a ofrecer la salvación en Cristo a todos los hombres? El amor. El evangelizador tocado por el Espíritu Santo siente sobre todo amor por las almas perdidas. Ese amor que llevó al mismísimo Dios a enviar a su Hijo para salvarnos, sólo el amor es el que impulsa a obrar a los miembros de la Iglesia y que, si faltase este amor, ni los apóstoles anunciarían ya el Evangelio, ni los mártires derramarían su sangre. Si no evangelizamos, es que hemos perdido no solo el amor por los que necesitan la salvación sino por Aquél que murió en la Cruz para salvarnos a todos. ¿Quién es el necio que llama “respeto hacia el prójimo” y no ofrecerle la salvación? ¿Quién es el necio que cree que basta con hablar de Cristo, sin comportarse como el samaritano que atiende al que está postrado en el camino?

Rafael Verger

 

 

         



Comentarios

  1. Eres un coach espiritual? porque das en el clavo. ¡Muy bueno!
    Fco Echevarría

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