COMUNIDAD DE JESÚS



 

COMUNIDAD DE JESÚS

 

Una verdadera comunidad cristiana sólo puede surgir cuando los hombres y mujeres sienten el llamado del Señor: "Venid conmigo” (Mt 4, 19); van detrás de él a imitación de los primeros apóstoles: "Y ellos al instante, dejando las redes, le siguieron: "Una rama no puede producir fruto por sí misma, si no permanece unida a la vid; tampoco ustedes pueden producir fruto si no permanecen en mí"   (Jn 15, 4)

"Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tim 2, 4) Pero el conocimiento de la verdad es Cristo mismo. No es que nos sintamos “predestinados” que lo somos, quiero decir que no somos consumidores pasivos de la obra realizada por Cristo.

Somos actores principales que asumimos la misión de la Iglesia como sacramento universal de salvación. Si anunciamos que Cristo Vive, es por obra del Espíritu Santo, el verdadero protagonista de la misión eclesial.  “Nosotros somos testigos de esto, y loes también el Espíritu Santo que Dios ha dado a los que le obedecen»"   (Hch 5, 29-32) Ese mismo Espíritu revela a nuestro espíritu la Obra de Dios. Somos la comunidad de resucitados, estamos insertados en el “Kairos” de nuestra realidad.

Quizá pueda existir en nosotros una imagen errónea: las primeras comunidades no tengan problemas, ¡claro que sí!  No es correcto cuando representamos la vida de los primeros cristianos como un mar en completa calma, limpio, transparente, sin la más pequeña de las manchas; o quizá como el paraíso del Génesis antes del drama. De manera semejante se produjeron dificultades en algunas iglesias paulinas ante la manifestación un tanto tumultuosa de ciertos carismas. El mismo Pablo debe intervenir y poner orden. Toda clase de problemas tuvo que enfrentarse las primeras comunidades cristianas, de tipo moral, legislativo, social, etc.

Nada que envidiar a lo que tenemos ahora, solo que ellos tenían o vivían con los testigos oculares del Mesías prometido. Las crisis son siempre señal de crecimiento, desarrollo de nuevas potencialidades y, en el caso de las comunidades cristianas, posibilidad de mayor unión entre sus miembros y testimonio de capacidad para resolver todas las dificultades con la ayuda constante de Cristo Jesús. "En principio, el pequeño grupo forma unidades muy sólidas, pero a condición de que la riqueza sea muy grande y también el buen entendimiento. Evidentemente, dos rivales jamás se acoplarán coherentemente”

Las primeras comunidades cristianas manifestaron su apertura a la universalidad reuniéndose, en el lugar que hubieron escogido de común acuerdo, con las puertas abiertas, excepto donde las circunstancias de persecución fueran tan graves que debieron recurrir a las “catacumbas”. “Cerrar la puerta” y reunirse en “privado”, es dar el primer paso para caer en la tentación de la comunidad y refugiarse en su propio círculo ( Jn 20,19). La respuesta de Jesús a esa comunidad y a cualquier otra que, quizá con buenas intenciones y por aparentes “conveniencias” se encierre en sí misma, será siempre la misma intención de Jesús:

"Como el Padre me ha enviado, yo también os envío a vosotros” (Jn 20,21

La evangelización, tal como la entendieron los apóstoles y como la ha entendido siempre la Iglesia, pretende hacer que todos los hombres sean discípulos del Señor, partícipes de la salvación que el Padre amoroso ofrece a todos sus hijos. La evangelización intenta despertar la fe en quienes no la tienen y afianzarla en quienes ya creen. El encuentro con Jesucristo por la fe presupone o implica una conversión por la que el hombre rompe con sus propias idolatrías y pecados y se convierte a Dios. Suscitar y afianzar la fe es el objeto de la evangelización que cada uno de los seguidores de Jesús debe hacer y, más aún, de las comunidades cristianas. Aunque para muchos el Evangelio es escándalo y locura (1Cor 1, 18), sabemos que para todos es fuerza de salvación y que el testimonio colectivo de ese Evangelio tiene mayor validez que el de una sola persona, por lo tanto, me atrevo a decir que no estamos llamados a ser cristianos individuales, hemos nacido de Dios que es comunidad, de una familia, de la parroquia “comunidad” de la Iglesia comunidad de comunidades.  Somos Familia, Pueblo de Dios.

Fraternidad de Jesús

Rafael Verger

Comentarios

  1. Ojalá, por tanto, que nuestra Iglesia, y nosotros/ as en ella, recupere la sabiduría profética, samaritana, coherente y audaz de Jesús de Nazaret. La Iglesia ha de ser oxígeno, esperanza y buena noticia para la gente de la calle. No tan jerárquica y más Pueblo de Dios, donde todos quepamos en ella.

    Pedro Quintana
    laico

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