IGLESIA EN: “SALIDA, LLAMADOS A EVANGELIZAR”


IGLESIA EN:  “SALIDA, LLAMADOS A EVANGELIZAR”

Caminar es un bonito símbolo. Caminar es vivir y vivir es caminar. Caminar es hacer historia. La vida es una peregrinación. Ser hombre es peregrinar. Que lo digan los peregrinos de todos los tiempos. Podemos equivocarnos en las metas y en las vías, pero siempre caminamos. Cada día, un pequeño paso en nuestra vida, una pequeña etapa de nuestra peregrinación. 

1. Lo primero, caminar. Quedarse quietos, instalarse, es envejecer y enfermar. Todo el que se acomoda en un lugar, en unas ideas, en una visión de la realidad, se bloquea y se ata a sí mismo. 


2. Importa saber a dónde caminamos. A veces caminamos, corremos mucho, cada vez más y más deprisa, pero realmente no sabemos a dónde. Quizá nos movamos en círculos cerrados…Desde la fe sabemos que Cristo es camino y meta. 


3. Caminar hacia uno mismo. Un viaje al propio corazón de cada uno. Hay un mundo por descubrir dentro de nosotros. Debemos caminar “hacia dentro”. Este caminar es orar, con actitudes más que con palabras. 


4. Caminar hacia el otro. Puede estar lejos o puede estar cerca, pero no hablamos de proximidad geográfica, sino espiritual. La distancia no se mide por metros o kilómetros, sino por comprensión y empatía. Uno no está donde está, sino donde ama. 


5. Caminar hacia el Otro. Nuestra meta última es el Padre. Pero no hace falta esperar a la Pascua final. A Dios lo podemos ir encontrando de muchos modos a lo largo del camino: en los signos, en las huellas, en los pobres, en la palabra, en la fracción del pan, en los sacramentos… El Otro siempre nos espera; y no solo eso, sino que nos atrae e incluso se adelanta a nuestro encuentro. 


6. Encontrar a Dios es descanso y es alegría. Es fuerza y envío. Primero nos saca de nuestras casas y casillas, como a Abraham o a Moisés, después nos llena de su espíritu, después nos envía. Ve a salvar a mi pueblo, ve a evangelizar a los pobres; id de dos en dos, sin nada, solo con la paz; ir por el mundo entero. 


7. Es la misión: “Como el Padre me envió así os envío yo a vosotros” (Jn. 20, 21). Muchos son los que están esperando. Tenemos que ofrecerles nuestras manos amistosas; tenemos que liberarlos de sus miserias y esclavitudes. Tenemos que regalarles la buena noticia del amor de Dios. 


8. Y todo esto, lo haremos con el estilo de Jesús. Mirándolo siempre a Él, teniéndolo como Maestro. 


 ¿Dónde crees que podrás llevar la buena noticia del amor de Dios? ¿Qué te frena a caminar?

Cuando hablamos de evangelización, hablamos de anuncio, no de transmisión de conocimientos o de argumentación para convencer a alguien de la coherencia o belleza del evangelio. Evangelizar es anunciar. Quizá no había nadie que conociera mejor que Pedro el Misterio Pascual. También los discípulos de Emaús lo conocían bien. Sabían perfectamente lo que había ocurrido en Jerusalén aquellos días. Por eso, evangelizar no es instruir sobre esto o aquello, sino algo más profundo.

Ciertamente los de Emaús no están evangelizando al caminante que se acerca a su lado, cuando le cuentan, apesadumbrados y tristes, lo que había ocurrido. Hay algo que les falta, que es la fuerza del Espíritu Santo. Pero no adelantemos acontecimientos, y vayamos al libro de los Hechos de los apóstoles para ver como fue la evangelización de la comunidad primitiva. Hemos hablado antes de la evangelización de los apóstoles, no de la que ellos hicieron, sino la que ellos recibieron.

Ésta no terminó hasta que bajó sobre ellos el Espíritu Santo en Pentecostés. Ni siquiera con la cruz y resurrección, pues hasta que no recibieron la fuerza del Espíritu Santo, con todas las características con las que aparece en el sermón de la cena de Juan, no pudieron ni supieron dar testimonio de Cristo.
Recordemos algunos versículos de la promesa:
Cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Jn. 15.

La evangelización, la pedagogía del kerigma, es algo muy sencillo. La revitalización de nuestras parroquias dependerá de nuestra vida espiritual y conversión, de nuestra capacidad de vivir en profundidad el  evangelio y de saberlo transmitir mediante nuestra vida y entrega incondicional a los demás. Creo que no es necesario buscar nuevas tecnologías para hacerlo. La clave está en el corazón del evangelizador.


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