Mirar a Cristo con los ojos de Francisco



Mirar a Cristo con los ojos de Francisco


El carisma franciscano no se cultiva mirando a Francisco, sino mirando a Cristo con los ojos de Francisco. Mirar no es descubrir colores y formas, sino entablar relaciones. Los ojos son simples vehículos transmisores de una realidad ajena a ti. La mirada de Cristo del icono de San Damián comenzó a transformar la misma raíz del mirar y el ver de Francisco, que se deja mirar y ser penetrado por la mirada del amante y por eso le hace entablar un dialogo.
Oír tampoco es escuchar ruidos o sonidos, sino tener una relación de dialogo como en una relación, a veces queremos oír solo eso, sin saber escuchar, el lenguaje del amante es un oír y escuchar, en la morada del “ser” muchas veces caemos en un monologo y hemos perdido el don del dialogo.
En las largas miradas en silencio y largas esperas, el alma empieza a saborear sin prisas el desapego del mundo para centrarse únicamente en el “estar con el amado” en silencio si lo hay,  y en la brisa si la hay, tan solo “estar con el amado”.


A la “oración mental” es,  como el verdadero amante sin palabras habla de amor con aquel que es el Amor, así envuelve ese dialogo profundo que solo el alma comprende y se deleita en el mar de lo transcendente. De esta forma el Amado se deja mirar y entre las fibras más interiores del alma, el amor se revela.


Santa Teresa decía a sus monjas; No por mover mucho los labios se ora más”. Sino más bien orar es entrar en su presencia. Donde el corazón sabe de amores y el alma sumergida en amor es regalada con la alegría del espíritu.  El alma es habitada por el espíritu de Dios, es cuando su ABBA es,  el trasfondo de una relación que en la sencillez del creado,  que  se enaltece el Creador. Así, si se quiere adelantar en estos amores, se debe de aprender a amar el silencio hablante, a sumergir la mirada en su Presencia y saborear la visión que en tu interior se realice.

Basta con el estar, porque el que está contigo “está” es un estar de eternidades, en el tiempo y fuera del tiempo, mirar y ser mirado, amar y ser amado. Solo el hecho de mirar ya se mira en el espíritu y éste viene en nuestra ayuda. Pero, sobre todo, la humildad significa reconocer nuestra verdad ante Dios, es decir, sabernos pequeños ante Dios. Que es nuestra auténtica verdad. Pequeños, necesitados y precisamente por eso, tan queridos, que Dios ofrece su gracia a manos llenas. El que no es humilde, el que ha olvidado ese humus del que viene, no se sentirá necesitado y por eso se perderá lo mejor, el regalo de la gracia que nos viene no por nuestros méritos, sino por pura generosidad de Dios

El enamorado de Cristo  urge a ser contemplativo con los ojos bien abiertos y los pies en el camino. Me empuja a leer el Evangelio, a ver en él el rostro más hermoso de Dios en Cristo Crucificado, el Amor hecho carne entregada. Me indica que Dios es alegría, que hace fiesta por cada oveja perdida que encuentra su camino. Me enseña a llamarle “Misericordia mía”, porque ese es el rasgo más divino que se reveló en Jesús. Y me anima a escuchar, a afinar el oído para percibir en toda la realidad el silencio de la brisa suave de su presencia.

Generalmente miramos lo que nos llama la atención y lo que es importante para nosotros. Jesús vino a este mundo a mirar a los que nadie miraba y así mostrar la pasión de Dios por la humanidad. Él vino a salvar al perdido, sanar al enfermo, a dar la vista a los ciegos… Jesús escuchó el grito de Bartimeo, lo miró, le preguntó qué necesitaba y lo ayudó. Una opción de muchos: pasan por la vida sin ver nada. Lo miran todo: imágenes, libros, noticias, personas, acontecimientos, redes… Pero nada les toca el corazón. Sencillamente porque han decidido no sufrir ni implicarse. Se pasean por el mundo como espectadores. Acumulan información en la memoria, datos en su ordenador, letras en su expediente. Pero se niegan a vivir, a acoger nada de lo que les llega. En el fondo, es una opción muy cómoda.

Elijo ser ciego cuando siento que nada me corresponde, nada me afecta, nada me duele. Pero Jesús no aparta su mirada sobre ti. Él te toma de la mano, te habla aparte, y acaricia tus ojos con su misericordia. Se pierde lo mejor de la vida quien no es capaz de mirarla de frente, de amarla y de implicarse con ella.

Francisco nos dice: Cada hermano es un don de Dios, éste es el fundamento de la fraternidad, los hermanos son reflejos de la bondad de Dios, el Señor quiere tanto a los que ha llamado que les concede la gracia de tener hermanos. Y esta fraternidad debe de ser tan generosa y abierta que en ella tengan acogida cuantos a ella llegasen. Esta acogida no es estática, es decir, de espera para recibir al que venga, sino que tiene que ser un impulso para salir al camino en busca del más alejado del Amor de Dios.  Su amor nos precede, su mirada se adelanta a nuestra necesidad. Él sabe ver más allá de las apariencias, más allá del pecado, del fracaso o de la indignidad. Sabe ver más allá de la categoría social a la que podemos pertenecer. Él ve más allá esa dignidad de hijo, tal vez ensuciada por el pecado, pero siempre presente en el fondo de nuestra alma, porque?  Porque Dios no ha creado “basura” Dios nos soñó en el tiempo de la eternidad y nos llamó a vivir en el tiempo, porque vio Dios que “era muy bueno” Gn 1.31

Él ha venido precisamente a buscar a todos aquellos que se sienten indignos de Dios, indignos de los demás. Dejémonos mirar por Jesús, dejemos que su mirada recorra nuestras calles, dejemos que su mirada nos devuelva la alegría, la esperanza. Dejémonos mirar por el Señor en la oración, en la Eucaristía, en la Confesión, en nuestros hermanos, especialmente en los que se sienten dejados, más solos. Y aprendamos a mirar como Él nos mira.
Vale la pena, pues, acercarse a contemplar este rostro. Pero como hacerlo?  Con humildad y confianza, deja que Dios haga el resto.

Rafel Verger (F.E.)



Comentarios

  1. Moltes gràcies per la visió contemplativa que ofereixes, com també la reflexió sobre la mirada de Francesc d'Assís i el Crist de Sant Damian
    A. Burgera

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  2. Excelente,querido Rafael. Y esta cuestión de la mirada del Señor Jesús
    siempre me ha devorado : ¿miro como El? ¿miro a los demás con todas las consecuencias que El mismo acogió por mirarles así?. Un abrazo.

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  3. Que meravella de esposició, tot un tractat de teologia franciscana i a més un aire místic de la trobada de Francisco amb Crist. És per meditar-lo poc a poc.

    Inés Bibiloni
    Petra

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  4. Paz y bien .Soy un terciario que vive en Cataluña y me parece muy interesante Tu exposición. Me gustaría poder contactar contigo .Un abrazo en Cristo

    Carlos García
    Baecelona

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