HAY UN SER HUMANO QUE NO TE CONOCE, PERO QUE TE NECESITA, DIOS QUE SI LO CONOCE, Y TE CONOCE, TE ESTA LLAMANDO PARA QUE LE AYUDES A ENCONTRARSE CON Él

 


HAY UN SER HUMANO QUE NO TE CONOCE, PERO QUE TE NECESITA, DIOS QUE SI LO CONOCE, Y TE CONOCE, TE ESTA LLAMANDO PARA QUE LE AYUDES A ENCONTRARSE CON Él


Conozco personas que creen que para tener una vida de unión profunda con Dios necesitan retirarse del mundo. También hay quienes  piensan que viviendo en un mundo como el de hoy corren peligro de ser absorbidas, “contaminadas”, confundidas o escandalizadas. Hay personas que en su juventud se decidieron por una vida consagrada o contemplativa, pero las circunstancias de la vida o incluso el ejercicio de su propia libertad les llevó a salir de allí, y parecen que pasan el resto de su vida añorando eso o culpabilizándose o creyendo que su relación con Dios está incompleta.

Jesús pasó su vida en la tierra viviendo una vida normal, con su familia, su trabajo, sus amigos. Se retiraba a orar a solas pero luego volvía al ajetreo diario. Desde luego que hay personas a las que Dios llama a una vida retirada, pero esa llamada no es para todos. Muchos de nosotros estamos llamados a vivir profundamente la relación con Dios en el mundo. Hay personas que se lamentan de que los monasterios se estén vaciando. Pero el retirarse no es garantía de vivir la presencia de Dios, puedes vivir una vida solitaria y no estar en esa presencia continua, y al contrario,  puedes estar inmerso en el mundo, en calles abarrotadas de gente, con miles de obligaciones diarias, y estar muy unido a Dios. Es algo así como estar enamorado. Cuando lo estás la persona amada te acompaña a todas partes. Por lo tanto lo importante es enamorarse de Dios, estés donde estés.


La presencia de Dios es como un fuego que llevamos en nuestro interior. Este fuego se alimenta en nuestra oración diaria, en esos momentos de silencio y  soledad que buscamos cada día para que ese fuego no se apague. Lo que hace que nos apartemos de la presencia de Dios no es estar en el mundo sino el no tener esos momentos de intimidad con Él. Repetir el nombre de Jesús también va alimentando ese fuego. Y a veces el fuego ha crecido de tal forma que no necesitamos repetir ni siquiera su Nombre, el Espíritu ora en nosotros.

Ese fuego alimentado en la oración no puede ser apagado por la influencia del mundo. Si tenemos miedo a ser desviados del camino o a perdernos y nos protegemos refugiándonos y huyendo de las actividades diarias es tal vez porque ese fuego es muy débil en nosotros. Entonces la solución no es huir del mundo, no es huir de nuestra condición de cristianos, porque los cristianos estamos llamados a ser luz del mundo. La  solución es incrementar la oración




Hay también  personas que tienen una herida en su interior porque creen que no fueron fieles a la vocación recibida o porque siempre tienen la sensación de que están donde no deberían. Tal vez les consuele saber que Dios habla a través de las circunstancias de la vida y que todo está bajo su mirada. Y tal vez esa insatisfacción, ese pesar, actúa en ellas como motor para hacer mucho más bien a los demás que el que hubiesen hecho en sus vocaciones “perdidas”,  por decirlo de alguna manera.

El encuentro con Dios siempre se da en el presente. Y a veces gastamos muchas energías creyendo que estamos donde no debemos estar. Y es aquí, y es ahora donde Dios vive en nosotros. Nada ni nadie puede hacer que ese fuego que habita en nuestro interior se apague.



Dios nos llama a ser “un grano de mostaza” a ser Sal, Luz, trigo, en medio del mundo y hoy más que nunca ese “olor cristiano” tiene que notarse, que allá donde Dios te haya puesto, debes de engendrar el evangelio. Llevando su Palabra en medio del mundo.

San Juan Pablo II decía: “¡No tengáis miedo, abrid las puertas a Cristo!

R. Verger

Fraternidad de Emaús


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