En la calidad de la escucha, está la calidad de la respuesta
Necesitamos teólogos que habiendo
vivido una profunda experiencia de encuentro con Cristo resucitado, tengan
sustancia en sus palabras y acciones. Necesitamos teólogos que estén movidos
por la fuerza del Espíritu Santo, donde el conocimiento teológico sea el
resultado de dichas experiencias, de lo contrario sus palabras serán vacías
porque el teólogo es también la persona que tiene la experiencia de la fe, la
narratividad, la poesía, y el testimonio.
La teología por otro lado estaría compuesta por eruditos come-libros, incapaces de profundizar en el misterio de Dios a través de la oración, serían intelectuales incapaces de conmover y entregarse en la adoración y contemplación. Por lo tanto el teólogo tiene que ser místico, porque son las dos caras de la misma moneda. Porque sin esta experiencia mística es difícil hablar de Dios. El teólogo Karl Rahner escribió: “en el siglo XXI los cristianos serán místicos o no serán cristianos”
Intentar buscar a Dios fuera de
uno mismo no es posible, ya lo decía San
Agustín; “Yo te buscaba afuera, y tú
estabas dentro muy dentro tan dentro de mí”.. Porque Dios está dentro de
nosotros, somos templo del Espíritu Santo, el místico es el que trata de
amistad con Él, y se hace su testigo porque tiene intimidad con él.
El místico es aquel que vive el
misterio y no como algo misterioso ni oculto sino, es la visión de la
experiencia desde el intelecto al corazón, ósea a la vida misma. El místico por
lo tanto es el testigo de una vivencia inexplicable de su relación con Dios.
El primer místico lo encontramos
en San Pablo, él mismo tiene la experiencia de la vida mística, de la unión del
alma con la Trinidad Insondable.
Jesucristo al Ser verbo del Padre y escondido en la Trinidad del
Misterio que se revela al hombre, y el
Padre en unión con el espíritu santo se revelan al hombre en esa experiencia
mística que es la revelación en Cristo
encarnado.
Cristo se convierte en el puente
entre Dios y nosotros, Él viene a nuestro encuentro, para que nosotros vayamos
en El al encuentro con el Padre, a tener experiencia de Dios. Hay diferencia
entre experiencia mística y vida mística, eso sería como hablar de la teología
mística, en este caso es Dios quien toma la iniciativa y viene a nosotros como
don gratuito, por puro amor de Dios, no
es que nosotros hayamos adquirido una experiencia mística por nuestro esfuerzo,
sino que es un regalo de Dios, es lo importante en la mística cristiana.
Tampoco es que por medio de la
ascesis que vayamos a tener experiencia de Dios, sino que es pura iniciativa o
regalo de Dios que se manifiesta en el hijo amado, en su criatura y su obra, a
semejanza de la trinidad eterna. Es Dios quien se deja ver, se deja ser comido,
y se deja ser invadido por la pequeñez de su criatura. Entre uno y otro hay una
comunión muy íntima, no es que el hombre tenga la comunión con Dios, sino es
Dios quien tiene la comunión con el hombre, es la comunión Trinitaria.
Se trata de ir descubriendo cada
día ese Dios que habita en el hombre,
pero eso conlleva una libertad de decisión, ¿quiero o no quiero esa
relación? Si nos decidimos en entrar en
comunión con él, entramos en el mundo del “misterio” es un misterio participativo es parecido a
esa experiencia que el hombre puede participar con su cuerpo, sus sentidos, y
su alma en esa participación del amor de Dios.
Si Dios nos revela su Verbo, es
cuando nosotros podemos hablar con Dios y de Dios. Porque en la calidad de la
escucha, está la calidad de la respuesta. Pero aun así Dios respeta nuestra
libertad, podemos responder o no a esta invitación. Dios nos habla a todos, él
no hace distinciones con nadie, solo que unos responden al llamado y otros no,
pero cuando el hombre responde a Dios hay una relación íntima, es también esa
experiencia que el mismo Dios hace en el corazón del hombre, es como que Dios
experimenta en el hombre su relación y no solo el hombre con Dios. Por eso lo
llamaría vida mística, en vez de experiencia mística. Es como una relación
natural de la correspondencia entre uno y el otro, en el amor entre ambos.
Hoy el mundo no tiene necesidad
de teólogos, ni catequistas, sino de testigos, de gente que vive y da
testimonio de lo que vive en esta realidad profunda en Dios, de ese trato
familiar, de amigo a amigo, de Padre a Hijo, de personas con debilidades
humanas semejantes a todos los demás, menos en una cosa, en la calidad de la
respuesta a Dios.
La calidad de la respuesta está
vinculada al amor por Dios mismo, por ejemplo tener amor agradecido por Dios,
es por lo que he recibido de Él, pero
Dios quiere que le amamos por ser quien Es. Cuando tú amas a una persona
la quieres tan solo por tenerla cerca de ti, no por lo que recibes de ella, pues así pasa
lo mismo con Dios. Él quiere ser el primero en todo, es un Dios celoso, él nos
lo ha dado todo, participamos de su esencia y es que le amemos en el todo, es
lo que Dios espera de nosotros.
Una gota de agua por sí sola no
es nada, pero en la inmensidad del mar lo es todo. Estamos llamados a
sumergirnos en el Todo, porque según es él, así seremos nosotros. Porque él no
nos ha llamado al temor, nos llama al Amor, porque quien teme al Señor,
significa que no ha llegado a la plenitud del Amor, porque éste es confianza en
el otro. Porque Dios se ha enamorado de su criatura, y la respuesta es llegar a
enamorarnos de él. Porque ¿cuál es el mandamiento más importante de Jesús?: “CUMPLIR LA VOLUNTAD DE SU PADRE” Ese es el
mayor alimento de Jesús. Y esta es nuestra meta también. No es simplemente
conocer el “camino” sino conocer la meta. El querer de Dios es nuestra
santificación, porque solo los Santos verán a Dios.
Rafael Verger
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