Navidad llama a cada puerta. Llama a tu corazón. No deja de trabajar dentro de ti.
Todas las fronteras se borran en
esa fecha; las fronteras del cielo y de la tierra, las fronteras del tiempo, de
las lenguas, las culturas. Desaparecen y se ensancha el ahora, el instante, la
autonomía del “hoy”. Y Dios se hace nuestro ciudadano, nuestro convecino.
Navidad contiene todos los tiempos, todas las edades, todas las civilizaciones.
Navidad reúne todas las fechas, todos los tiempos, todos los idiomas, todas las
palabras. Un ahora, una Palabra, es Navidad, la inauguración de la eternidad,
de lo de ahora, de los de siempre. Él ahora es glorioso, inefable ser único.
Esta es obra y gracia del silencio, el hacer que cada instante sea algo único,
algo original, algo inédito.
Como en la semilla va el árbol
entero: la raíz, el tallo, la hoja, el fruto. Así el futuro ya es presente. Él
ahora es el antes y el después. Él ahora lo es todo. Él ahora se deshoja y
ramifica en un antes y en un después. El ayer y el mañana son como precipicios
del ahora según sea la hendidura silenciosa. Va, también, la muerte y la
resurrección. Es por eso, quizá, que el presente es tan desconocido. Todo va en
la semilla, todo vive en ella.
La primavera no se conoce a
través de la publicidad, de los anuncios, el verdor, explosión de vida, lo
declara y lo canta. Pero a veces la Navidad se conoce así en esta palabra
ruidosa que lo confunde todo: hay que ir de compras, enviar felicitaciones,
cenas, y gastar mucho, esta es nuestra navidad, la Navidad del ruido y el
desenfreno, la navidad vacacional, etc.
María no convocó una rueda de
prensa a la hora del alumbramiento, para publicarlo a los cuatro vientos, para
que se le recibiera a bombo y platillo. No... Nada de eso. No es Jesús un
producto que hay que lanzar al mercado ansioso y voraz, para pasar del
anonimato a la fama
El amor todo lo decora, no
necesita ser presentado; él mismo se anuncia. Todo se anima cuando se prevé o
se comunica su visita, su llegada. Y se presiente que lo imposible es posible que
lo lejano está ahí que la eternidad es ahora mismo. Navidad no esconde nada, no
oculta nada. Es convocación de la presencia, crítica la apariencia que no
admite el simulacro. Sí Navidad es el arte de la presencia, el silencio, es el
arte de la Palabra.
Navidad es Palabra y es, también,
silencio. Navidad habla por sí misma. Se destruye y se aniquila cualquier ruido
en beneficio del silencio, Navidad nos trae ahora el sabor de la inocencia
original el sonido del principio sin principio. Dios está escondido, como,
despertando en nosotros un deseo profundo por Él. Dios está en lo más oculto,
en lo más hondo, en lo más íntimo del ser humano.
El hombre es de tierra y en las
capas superficiales, nunca se da uno cuenta de lo que puede haber en las capas
más hondas y más profundas. En las capas más hondas está el manantial, están
las fuentes, en las capas más hondas puede haber tesoros, en las capas más
profundas de la tierra hay tesoros, está la mina, En las capas más profundas de
nuestra tierra también hay manantial, en las capas más profundas de nuestro ser
también hay un tesoro, también hay oro escondido, tu Dios mío, eres un Dios
escondido, un manantial, la vida está
escondida, en lo hondo, en lo profundo del
Ser.
Dejarse seducir no es fruto de
nuestro razonamiento, no es reflexionar, no es dar vueltas entorno de una cosa,
entorno de una idea, entorno de un pensamiento, no es divagar, no es cavilar,
no es asunto de la razón. Dejarse seducir es asunto íntimo, es asunto de la
interioridad, es asunto del corazón, es dejarse arrastrar por lo profundo, es
dejarse arrastrar por lo más bello, es dejarse arrastrar por el corazón. Es una
función del ser, no es una función de la cabeza, no es función del cerebro, no
es función de la razón, del razonamiento, es fruto del silencio. Por eso en las
horas de silencio, en el tiempo de silencio, el contacto con la palabra, el
contacto con la presencia de Dios en la palabra, puede ser decisivo y puede ser
fundamental.
El silencio es un modo, es una
manera de hacerse presente, de hacérsenos presente y sólo cuando algo se hace
presente nos puede arrastrar, sólo cuando algo se hace presente nos puede
seducir, sólo cuando algo se hace presente nos puede llevar. El silencio es
atención, el silencio es presencia, el silencio se vuelve evidencia. En el
silencio uno se queda indefenso, en el silencio uno no razona, en el silencio
uno no piensa, en el silencio uno vive, no es imprescindible el pensar para
vivir. La vida no se piensa, la vida se vive, la vida se disfruta, la vida se
goza.
La Palabra de Dios no está lejos,
no está al otro lado del mar, no hay que hacer un viaje buscándola, la palabra
de Dios está en tu corazón, está en tus labios, está en tu boca, está en lo más
íntimo de ti. Una sencilla palabra, una humilde palabra, puede ser lo bastante para conducir la vida entera. Una
palabra cuando va madurando en el corazón, cuando va creciendo, puede arrastrar
toda nuestra existencia, una palabra puede ser lo bastante para llenar nuestro
corazón, una palabra escuchada en el silencio, una palabra... que se hace
también silencio, una palabra que en el silencio se hace vida, una palabra que
en silencio nos transporta, nos lleva, nos fecunda, y nos llena de su energía,
una palabra que en el silencio se vuelve plenitud, una palabra que en el
silencio te vuelve: a ti mismo.
La palabra necesita siempre del
silencio, la palabra no se puede escuchar, no puede ser fecunda, no puede
llegarnos sino es en el silencio, el silencio que a veces es como un vacío, el
silencio que a veces es como un auténtico vaciamiento, pero sólo en ese vacío,
sólo en esa especie de vaciamiento puede resonar la palabra, no se puede hablar
si no es con la boca vacía, no se puede cantar con la boca llena, no se puede
escuchar sino es con el corazón en silencio, no se puede acoger sino es con el
corazón vacío.
La palabra está dentro también de
ti, sólo necesitas el silencio. En tu silencio esta palabra volverá a renacer,
en el silencio esta palabra hará tu vida, en el silencio esta palabra te
conducirá, en el silencio esta palabra será tu seducción. Yo creo que tenía
razón, que tiene razón Jeremías, cuando le dice a Dios: “Me has seducido y yo
me dejé seducir". Un silencio en el que tú te sientas... tú te puedas
sentir seducido, arrastrado y conducido por lo absoluto, por lo más maravilloso
que hay en tu corazón. No para que te seduzca lo que está fuera, sino para que
te seduzca la vida que te habita, para que te seduzca la vida que está dentro,
un silencio para que ames la vida... que te inunda y te llena, un silencio para
que seas tú mismo.
Rafael Verger
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