¿Donde está DIOS?



¿Dónde está Dios?
Dios está presente, y tal vez más que nunca, y seguramente hoy se presenta llorando al ver lo que el propio hombre ha hecho con la naturaleza, la que lejos de haber sido cuidada en el horizonte de una sociedad fraterna, más equitativa y más centrada en lo importante que en lo urgente, en las personas más que en las cosas. Dios es ayer, hoy y siempre el mismo y lo que estamos viviendo es fruto, en cierto sentido del riesgo de Dios de dejar la naturaleza en el amplio sentido de la palabra en manos de los hombres. Al igual que en las primeras páginas del Génesis el hombre y la mujer optaron por su propio proyecto, en este contexto el proyecto de Dios sigue vigente, pero ahora es.  La vida seguirá, pero de otra manera, hay un antes y un después de la pandemia del coronavirus.

Dios está presente también a través de las mediaciones humanas que Él mismo ha dispuesto y a las que invita a vivir con más fuerza que nunca el mandamiento del amor. Hoy donde hay amor, donde hay solidaridad, donde hay misericordia, ahí podemos ver claramente a Dios.
Dios es rico en misericordia, lento a la cólera y rico en piedad. Dios es la suprema expresión de bondad, belleza y verdad, por lo tanto es incomprensible imaginarlo como un ser arbitrario que se ensaña con la obra de su amor, un Dios que castiga. 
Además infundir miedo al pensar en la pandemia del coronavirus como castigo de Dios para que las personas se acerquen más a Él no es la forma adecuada, dado que a Dios se llega después de un encuentro único, personal e intransferible entre Dios que llama y el hombre que responde. Ningún discípulo siguió a Jesús por miedo, sino porque quedaron admirados de lo que dijo y de lo hizo, el bien sin reservas.
Esta pandemia ha mostrado con fuerza las inequidades que estando presentes no las queríamos ver en toda su crudeza. La soledad de los más desvalidos hoy aparece con más nitidez que nunca. Creo que la conciencia moral de gran parte de la humanidad ha estado por mucho tiempo anestesiada por la falsa idea de que el desarrollo económico implica desarrollo integral de todo el hombre y de todos los hombres.
Lo que sí tengo claro que viendo el descalabro humanitario por la cantidad de muertos, de enfermos, de falta de trabajo, y de mucha incertezas, si no somos realmente solidarios ahora no lo seremos nunca. Lo que sí creo es que cada uno está sacando la cuenta de lo torpes que hemos sido al no dar lo mejor de nosotros mismos cuando podíamos estar cerca. Creo que la soledad que estamos experimentando nos ayudará a reconocer con más fuerza la belleza del encuentro, de la ternura del cuidado mutuo. 
Si salimos de esta crisis queriéndonos más e hiriéndonos menos, promoviendo más los encuentros y evitando los desencuentros, creo que hemos dado un gran paso.
Nuestra misión laical y como Iglesia de Cristo  es colaborar con la obra salvífica de Dios para que cada ser humano tenga un encuentro personal con Jesucristo a través de todos los medios que pone a disposición del hombre. Es Jesús el camino, la verdad y la vida y nuestra tarea es llevar a los hombres hacia Él. 
Creo que la Iglesia después del coronavirus saldrá con mayor claridad respecto de su misión: anunciar el Evangelio para que las personas crean en Jesús, creyendo tenga vida abundante y vivan el mandamiento del amor, como síntesis de todos los mandamientos. Eso es fuente de cambio para la vida personal y social, desde ese punto de vista tiene una dimensión política de grandes proporciones y que hoy tiene más validez que nunca.
R. Verger

Comentarios

  1. Maravillosa reflexión ojalá podamos convertirnos en verdaderos cristianos

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