FRATERNIDAD DE JESUS Y CARLOS DE FOUCAULD


 

“¡Dios mío, si existes, manifiéstate!”

Hn. Carlos de Foucauld

 

¿Qué tiene en común la experiencia de Charles de Foucauld (1898-1916), con las nuestras? ¿Qué puede decir al hombre de hoy el testimonio de su vida y de su búsqueda?

Para encontrar el sentido de la vida hay que ser pobre, desposeerse, descalzarse como hizo Moisés ante la zarza ardiendo del Sinaí. Hay que entrar en el silencio del corazón. Hay que ir al desierto, no necesariamente físico, como hicieron los Padres del desierto o Carlos de Foucauld.

 

¿Qué diría hoy Charles de Foucauld a tantos creyentes débiles, sobre todo cristianos convertidos a medias, es decir que son capaces de encender una vela a Dios y otra al diablo, de no querer amar de verdad e imitar a Jesús? ¿Y a los que pasan de la trascendencia, de Dios o los que están en búsqueda, quizá no sabiéndolo bien del todo?

Carlos de Foucauld, después de su conversión radical a Dios, quiso vivir como Jesús de Nazaret, en una aldea humilde entre los más pobres. Se trata de encarnarse entre los últimos y desde la pobreza crecer como hermanos.

Cuando Foucauld recibió la misión apostólica quiso ir siempre hacia los más abandonados, donde no hay presencia de Iglesia y allí practicar el apostolado de la bondad, semilla del Reino de Dios.

Hoy en nuestras calles, en nuestros lugares de trabajo están los abandonados, los que no tienen ilusión por nada, los “cansados y agobiados” los que buscan y no encuentran, y así podríamos seguir una gran lista de pobreza humana y espiritual.

El camino puede ser largo y este se llama “amistad” una amistad acogedora, la que es capaz de abrir nuevos horizontes de fraternidad y de diálogo, donde nadie en más que nadie, donde todos somos hermanos. La Fraternidad de Jesús, va unida a esta espiritualidad y confraternidad del hermano Carlos de Foucauld, al igual que siglos atrás con el hermano Francisco de Asís, así desde la sencillez y la amistad ofrecemos al mundo de hoy una opción por los más alejados de la iglesia.

Nuestro apostolado es; caminar juntos en unión con los párrocos, creando “comunidad” una comunidad parroquial que viva y celebre lo que cree. Desde pequeños grupos parroquiales “células” para ir a los más alejados de la misma parroquia.

El siglo XXI requiere cristianos decididos a dar la vida por Cristo el Señor, desde la vida fraternal. La mayoría somos laicos, y sacerdotes que nos acompañan en este caminar común.

La fraternidad de Jesús ofrece; retiros de silencio: tiempos de desierto y contemplación, convivencias, formación laical o agentes de pastoral, lectio divina, y acción por los más pobres de la sociedad, los sintecho, y misiones laicales.

Una de las más importantes; es la adoración eucarística.

Se podría afirmar que tanto para Carlos de Foucauld como para todos sus discípulos, especialmente Padre Pyriguere, René Voillaume, la Hermanita Magdaleine, Carlo Carretto, inmersos en el mundo, en la fraternal convivencia de vecindad y de amistad, es una simplicidad de vida evangélica, la frescura del evangelio al estilo de Francisco de Asís, la pasión por la evangelización de Ignacio de Loyola.

Es preocupante que los cristianos no estemos preparados para sembrar perlas en los desiertos ni para descubrir las que en ellos se esconden. En los desiertos actuales, el hombre no está para asumir palabras rancias o explicaciones frías o lejanas, ni para escuchar planteamientos infantiles, como pudo pasar en el pasado, cuando la información y la formación eran patrimonio de unos pocos privilegiados. Estas palabras corren el riesgo de sonar a doctrinas o verdades oídas “como quien oye llover”

Así pues, es importante que los cristianos nos planteemos qué hacer, cómo hacer, qué no hacer, cómo no hacer para una renovada vivencia del Evangelio. Porque está en juego que los hombres del desierto, apartados de la fe y de la Iglesia, descubran la belleza y la hondura de Cristo. Y sabemos que la belleza está oculta en ellos mismos, en su tradición, en sus culturas, en sus universos mentales y afectivos, en sus luchas, en su más íntima intimidad, en su inteligencia, y también en su pecado y en su sentido crítico.

No se trata de elaborar o de ejecutar proyectos extraordinarios, de marcharse lejos o de hacer alguna cosa espectacular, sino de trabajar el lugar allí donde cada uno está inmerso, de cavar y de remover toda aquella tierra que esté bien alejada del Evangelio. Ante todo, hace falta trabajar el propio corazón, allí donde haya zonas no desbrozadas, no transformadas por la vida de Cristo resucitado, y también en torno a uno mismo, en zonas a nuestro alcance, allí donde Cristo es ignorado.

Lo que hoy necesitamos son evangelizadores nuevos y bien formados, testigos fieles y pacientes en su fragilidad y en su pecado, y que se mantengan unidos a Cristo y entre sí. Esto es lo

previo y esencial. Sin este trabajo previo de gastar todo lo necesario para engendrar y dar a luz una nueva generación de evangelizadores adultos y capaces, todo lo demás será humo

 

Rafael Verger

Comentarios

  1. Por casualidad buscando otra cosa he dado con vuestra fraternidad, y no os podéis imaginar la alegría que me dio , yo creía que en Mallorca no había nada de la espiritualidad de Carlos de Foucauld y mira la sorpresa!
    Hace años estuvo la fraternidad Iesus Caritas, hermanitas de Foucalud aquí en Mallorca, y desde entonces no supe nada más.
    Por esta razón me alegre mucho dar con vuestra fraternidad, creo que te conozco Rafael Verger, pero hace muchos años. Nos escribimos mucho tiempo, pero después lo fuimos dejando, me alegre mucho de que sigues con la misma ilusión que antes, rezare por vosotros .

    Hna María del Corazón de Jesús
    Hermanita de Jesús

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