Carta de un laico a los pastores de la Iglesia

 


El Papa Francisco afirma: “Los laicos son los protagonistas de la Iglesia y del mundo.” A partir de esta cita me gustaría empezar esta carta citando que los laicos somos una parte fundamental del Pueblo de Dios. Los laicos adquirimos nuestra incorporación al Pueblo de Dios mediante el Bautismo. Todos ingresamos a la Iglesia como laicos. El Espíritu Santo da a todos los bautizados carismas y ministerios para la construcción de la Iglesia y para la evangelización del mundo. Por el bautismo, somos llamados y enviados a la misión, a vivir la comunión y la corresponsabilidad, por eso somos discípulos misioneros.

Somos Pueblo de Dios, invitados a vivir la fe, no de forma individual ni aislada, sino en comunidad, como pueblo amado y querido por Dios. La Iglesia es una comunión, una comunión de personas que, por la acción del Espíritu Santo, formamos el Pueblo de Dios, que significa todos, desde el Papa hasta el último niño bautizado, por lo tanto, el mandato de evangelizar no implica sólo a algunos bautizados, sino a todos.

Los cristianos laicos, por ser cristianos, miembros de la comunidad eclesial, hemos de participar activamente en la triple tarea evangelizadora: profética, litúrgica y caritativo-social. Hay diversidad de ministerios, pero una misma misión. Cada uno de nosotros, en nuestras comunidades parroquiales debemos ser discípulos misioneros con la mirada puesta en Jesús y mirando la vida desde el punto de vista de Jesús; debemos ser conscientes de nuestra propia vocación, agradeciendo el regalo que nos ha hecho el Señor, deseosos de vivir en comunión con los cristianos que tienen otras vocaciones dentro del Pueblo de Dios y con una vida entregada a los demás. Todo para la gloria de Dios y para el bien del mundo.

Somos convocados a este encuentro en los Consejos Parroquiales de Pastoral de las parroquias de nuestra ciudad, cada uno en su parroquia.  Los Consejos promueven, potencian y dinamizan las tareas pastorales de las mismas. La corresponsabilidad significa que los laicos tenemos que trabajar juntos y trabajar lo que ello significa, la corresponsabilidad no es un consejo consultivo, sino más bien decisorio, unos y otros formamos la comunidad parroquial. La espiritualidad de comunión es el talante de nuestra vida de cristianos. Muy importante es que sea verdadera entre nosotros la diversidad y la complementariedad pero que sepamos trabajar juntos, ayudándonos las personas y las comunidades. La corresponsabilidad es, sin duda, una de las exigencias y expresiones más significativas de la comunión.

Quiero hacer memoria en este punto de la experiencia eclesial de Francisco de Asís, que quiso recuperar una expresión más evangélica de la Iglesia como fraternidad de hermanos iguales, fundamentalmente laicos y al servicio de los pobres. La palabra más usada por san Francisco en sus escritos es “hermano” San Francisco fue un gran discípulo misionero, predicando por las calles o en las plazas, se le podía ver rezando en medio de la naturaleza. Quería que todos fuesen menores, mantenerse a ras del suelo, donde todos los anónimos e invisibles, el pueblo en general, se encuentren. Quiero también destacar su jovial alegría, la que necesitamos como laicos, que le permitía sentirse continuamente en la palma de la mano de Dios.

En la Iglesia nos necesitamos todos. No podemos excluir a nadie y nadie puede excluirse. La Iglesia es obra del Espíritu Santo, que Jesús nos ha enviado para reunirnos. La Iglesia es precisamente el trabajo del Espíritu en la comunidad cristiana, en la vida comunitaria. El protagonismo del laicado se ejerce en la familia, las parroquias, colegios, universidades, hospitales, programas de acción social, medios de comunicación, política, mundo profesional, empresas, en la calle, entre los vecinos…

Tres tentaciones. La primera es el clericalismo. El clero cae en esta tentación cuando se siente superior a los laicos y se aleja de la gente, de los laicos, porque los considera de una categoría inferior, cristianos de segunda. El papa Francisco afirma que “el clericalismo surge de una visión elitista y excluyente de la vocación, que interpreta el ministerio recibido como un poder que hay que ejercer más que como un servicio gratuito y generoso que ofrecer…es algo que nos lleva a creer que pertenecemos a un grupo que tiene todas las respuestas y ya no necesita escuchar y aprender nada”. El clericalismo, lejos de dar impulso a las diversas propuestas y contribuciones, va apagando poco a poco el fuego profético del que la Iglesia está llamada a dar testimonio. Para evitar este peligro del clericalismo es necesario que se produzca una conversión pastoral que nos lleve a abandonar esa inercia del “siempre se ha hecho así”.

La segunda es que los laicos experimentemos con fuerza la tentación de querer hacernos con el control y dominio que, en ocasiones, hemos reprochado al clero. Puede ser que, de manera consciente o inconsciente, nos vengamos arriba y digamos: ¡es nuestra hora!, en este momento nos toca mandar y tener el “poder” a nosotros. Así planteado no nos puede llevar a nada bueno, porque se traiciona de igual manera la corresponsabilidad.

La tercera y última es la tentación de caer en el individualismo, en la competitividad, en la rigidez, en la negatividad y pesimismo, que asfixian la llamada a la santidad en el mundo actual.  Necesitamos promover un cambio de mentalidad de los laicos, pasando de considerarnos actores secundarios de la Iglesia o colaboradores del clero a reconocernos realmente como corresponsables de lo que la Iglesia es y de cómo actúa. La Iglesia necesita un laicado maduro y comprometido. Esta conciencia de ser Iglesia, común a todos los bautizados, no disminuye la responsabilidad de los párrocos. Precisamente a vosotros, queridos párrocos, os corresponde promover el crecimiento espiritual y apostólico de quienes estamos comprometidos en las parroquias y entre los que son asiduos a ellas.

 Por la tanto os pido que os preocupéis de nuestros itinerarios formativos que nos lleve a madurar a un verdadero sentido de pertenencia a la comunidad parroquial. Para desarrollar nuestra vocación laical hay que alentar la formación. La formación, es elemento imprescindible para la vivencia de la fe y premisa del testimonio y del compromiso público. Al mismo tiempo, constituye una de las urgencias de la Iglesia misionera. Sólo así la Iglesia será más evangelizadora y lo seremos los laicos. Os pido también que estéis dispuestos a abrirnos espacios de participación y a confiarnos ministerios y responsabilidades, confiad en nosotros. ¡No somos vuestros enemigos, somos vuestros hermanos!

No dudéis en encomendarnos y repartirnos servicios y tareas. De la misma forma que los laicos podemos aprender mucho de los sacerdotes, también vosotros podéis aprender mucho de los laicos. Los sacerdotes tenéis que contribuir a la renovación de las comunidades, avivando la fe de sus miembros, fomentando la comunión de todos y en todo, alentando la acción evangelizadora de la comunidad y su participación en la evangelización misionera y animando la comunión de los laicos entre sí y su inserción en la parroquia.

Dice el Papa Francisco: “tenemos necesidad de laicos con visión de futuro, no cerrados en las pequeñeces de la vida… tenemos necesidad de laicos con sabor a experiencia de vida, que se atrevan a soñar…” unamos nuestras fuerzas e ilusiones, dadnos un voto de confianza para que podamos ejercer nuestra vocación.   No son tiempos fáciles, pero debemos sentir el impulso del Espíritu Santo que nos llama a seguir adelante con alegría y con esperanza. El motor de la evangelización es la alegría, el optimismo, el entusiasmo, la esperanza… que tiene su fundamento en la alegría de Cristo y siempre es una alegría misionera.

me gustaría expresar un deseo: que nos animemos a vivir más intensamente nuestra responsabilidad eclesial. La Iglesia no es sólo cosa de los presbíteros y religiosos; también los laicos, desde nuestra propia vocación, somos corresponsables de la Iglesia; no somos espectadores, sino protagonistas con una misión propia que cumplir. Si somos capaces de entender y vivir la corresponsabilidad en la vida de la Iglesia seremos más eficaces en nuestra misión evangelizadora. Hagámoslo, todos juntos, sacerdotes, personas consagradas y laicos, todos obreros de la viña del Señor. El tiempo es ahora. Confiando en la gracia del Espíritu, que Cristo Resucitado nos ha garantizado, avancemos en el camino de la corresponsabilidad con un renovado impulso.

Así que os ruego, vivamos unidos y en comunión los unos y los otros.

Un fiel laico.


Comentarios

  1. Molt bo aquest article, Un rector sense Consell pastoral corre el risc de tirar endavant la parròquia amb un estil clerical, i hem d'extirpar el clericalisme de l'Església. El clericalisme va malament, no deixa créixer la parròquia, no deixa créixer els laics. El clericalisme confon la figura del rector, perquè no se sap si és un capellà, un sacerdot o un patró d'empresa, però sobretot el capellà ha de confiar en els seus col·laboradors més intims, escoltar, i acollir els suggeriments per al bé de la parròquia.

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  2. Necesitamos cambiar, pasar de una Iglesia clerical a una Iglesia sinodal”. Este planteamiento está totalmente lejano y ausente. El Papa habla claramente de una comunidad de discípulos-misioneros que “toma la iniciativa, se involucra, acompaña, fructifica y festeja”
    Es sintomático de lo que está pasando en la Iglesia hoy: se asumen las palabras, pero no el contenido de las mismas. Y se concluye, de manera ingenua o engañosa: ya somos una Iglesia en salida. Y todo sigue igual. Es preocupante lo que sucede con el “clericalismo” Es decir, un clericalismo del que son culpables los sacerdotes y los laicos.
    Lo que podemos llamar clericalismo bilateral, es decir, un exceso de protagonismo de los sacerdotes y un defecto en la responsabilidad de los laicos. Vemos que tiene una doble causa: por un lado, los sacerdotes, por inercia, desempeñan funciones que no les son propias y no impulsan la corresponsabilidad laical; por otro lado, los laicos no asumen su papel en la edificación de la comunidad, por comodidad, por inseguridad, por miedo a equivocarse o por experiencias negativas anteriores”
    No se habla de las causas estructurales e históricas del clericalismo vigente en toda la Iglesia desde hace siglos. Es eso lo que se debe cambiar, para pasar de una Iglesia clerical a una Iglesia sinodal.
    Pero, la mayoría de las veces, a la hora de descender a las propuestas concretas, las matizaciones y distingos son tales que desdibujan todos los posibles aspectos en los que la Iglesia podría mejorar. Lo del carácter “decisorio” y no meramente “consultivo” de los consejos pastorales se plantea de manera muy matizada: “Sería oportuno, a partir de una reflexión eclesial y canónica, definir los asuntos respecto de los cuales la participación de los cristianos laicos tuviera carácter decisorio, especialmente en aquellos campos que son más propios de su vocación en el mundo en cuanto a los contenidos se, confirma la sospecha y los temores de muchas de las personas y grupos que hemos participado en el proceso sinodal en nuestras diócesis y movimientos: el temor a que los “filtros” episcopales matizaran todos los contenidos y propuestas llegadas de las bases. Ese “filtro episcopal” se percibe en todas las matizaciones y precisiones que se hacen en todos los temas abordados, algunos de los cuales hemos comentado con más detalle. no hay una sola propuesta crítica sobre los obispos, sobre lo que se podría mejorar en su servicio pastoral al Pueblo de Dios. Ni una sola palabra sobre eso. Y cabe preguntarse: ¿es que no ha habido, en todas las aportaciones recibidas por la Comisión redactora, ninguna propuesta de mejora o de cambio que se refiera a los obispos? Se han hecho críticas y propuestas de mejora en cuanto al laicado y también para los sacerdotes, incluso con acentos fuertes en alguna ocasión; pero, ¿por qué no se dice nada de los obispos?
    De hecho, podemos asegurar, con verdadera lástima, que muchas personas y comunidades de la Iglesia española no han tenido oportunidad siquiera de conocer la existencia del proceso sinodal ni, mucho menos, dar su opinión o su aportación. Muchos sacerdotes han privado a una gran cantidad de fieles del derecho que tienen a participar en el proceso, que es para todo el Pueblo de Dios.
    Un sacerdote indignado

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  3. Este artículo es para que corra y lo lean los prelados, porque es el pensamiento de muchísimos laicos y por lo que veo con el “sacerdote indignado” también. Con vuestro permiso lo voy a compartir porque es buenísimo.
    Hemos de perder el miedo a decir las cosas tal y como son, empezando por el Papa y terminando por el último bautizado.
    Miguel Ángel Pascual
    Alicante

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