“¡Andad en el Espíritu!”
“¡Andad en el Espíritu!”
Si andamos, entonces avanzamos.
Uno va desde el punto A hasta el B. Para andar en el Espíritu, uno tiene que
primeramente recibir el Espíritu, y el Espíritu del cual aquí se habla es el
Espíritu Santo. El Espíritu Santo es una fuerza real, como la que vemos cuando
una grúa levanta un contenedor de carga desde el barco hasta el muelle. Cuando
recibes esta fuerza en tu vida, un nuevo día comienza; es el comienzo de un
capítulo nuevo e inmensamente interesante en tu vida.
Adversidades en la vida tienen
todos. ¿Quién no ha sentido en algún momento de la vida que “lo que está
sucediendo es triste, o no tiene sentido”? Ejemplos hay muchos. Pero si andas
en el Espíritu, entonces ¿qué sucede? Claro, Jesús dice que el Espíritu Santo
nos recordara todas las cosas que Él nos ha dicho. (Juan 14:26) Pero, ¿qué
cosas son las que Jesús ha dicho? Leamos por ejemplo en Mateo 6:34, “Así que,
no os afanéis por el día de mañana.” Preocuparse no es lo mismo que planificar
el día de mañana, pero es la preocupación lo que oprime, y quita nuestra
energía y felicidad.
Por el andar en el Espíritu, algo
increíble sucede: lo que la Biblia llama los frutos del Espíritu comienzan a
crecer en tu vida. Estos son el amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad,
fe, entre otros. Gálatas 5:22. Tú, que antes estabas tan intranquilo, ansioso y
con estados de ánimo irregulares, recibes un mejor “estado de salud.” Eres más
estable y tienes la capacidad de crear paz a tu alrededor. Eres feliz y esto se
convertirá en una parte natural de tu vida. La envidia hacia otros llega a su
fin. Contrariamente ahora te alegras con los que se alegran. El amor hace que
mis pensamientos se liberen de las exigencias infinitas del ego. Ahora pienso
en los demás y en lo que podría ser bueno para ellos. La fidelidad se convierte
en una parte de la personalidad. Todo lo que ahora dices y haces es de
confianza. Te conviertes en un nuevo ser. Ya no es así como todos dicen: “Sólo
somos humanos”, sino que algo totalmente nuevo ha llegado a tu vida, y ahora
piensas y actúas de una manera totalmente diferente a la de antes.
Esta es la vida que Jesús vivió
en la tierra y que tú y yo, como discípulos también podemos vivir. Andar en el
Espíritu requiere de práctica. En ocasiones las cosas pueden que no vayan bien,
sobre todo al comienzo de una vida cristiana, sin embargo no hay que perder el
valor o pensar que es inútil. En otra traducción llaman al Espíritu “El
Consolador.” Nos consuela y nos da más audacia y valor cuando lo necesitamos.
El Espíritu nos acompaña en nuestro caminar y nos da vitaminas justo cuando las
necesitamos, si sólo amamos la verdad.
Actualmente hay muchas personas
que han experimentado esto, y que su entorno puede confirmar que es verdad. Ser
llamado creyente, o ser miembro de una iglesia, religión o partido religioso, no soluciona los problemas. Pero andar en el
Espíritu resuelve tanto los conflictos internos como los conflictos con otras
personas. Una vida u oferta mejor que esta no se puede encontrar.
Pablo exhorta a aquellos que han
recibido el Espíritu a andar en el Espíritu, y si así lo hacen, no cumplirán
los deseos de la carne. (Gálatas 5:16). En otras palabras, se puede recibir el
Espíritu sin andar en Él. Tales personas están siempre más ocupadas en los
dones que en manifestar los frutos del Espíritu en su vida.
Los frutos no
pueden manifestarse en ti sin haber recibido el Espíritu, si bien también están los cristianos
hipócritas, que no aceptan la levadura del Espíritu Santo. Por esto Jesús nos
pone en guardia: “Estén atentos a la levadura de los fariseos”. La levadura de
los cristianos es el Espíritu Santo, que nos empuja hacia afuera, nos hace
crecer, con todas las dificultades del camino, también con todos los pecados,
pero siempre con la esperanza. El Espíritu Santo es precisamente el anticipo de
esa esperanza, de esa alabanza, de esa alegría. Tener en el corazón al Espíritu Santo como levadura,
es gozosa, incluso en los problemas y en las dificultades.
R.V.
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