¿Y después de esta pandemia, que?
¿Y después de esta
pandemia, que?
El sistema que dirige el mundo en estos momentos es
inhumano: conduce a una minoría de privilegiados a un bienestar insensato y
deshumanizador, y arruina la vida de inmensas mayorías de seres humanos
indefensos. Este sistema hace imposible el consenso de los pueblos para poner
en el centro el objetivo del bien común de la humanidad en una tierra que sea
la casa de todos.
También los cristianos hemos de reflexionar y meditar para
descubrir cómo podemos contribuir a aprender a vivir de manera más humana y
solidaria después de esta pandemia. Muchos cristianos no conocen que la
aportación más importante de Jesús a este mundo ha sido promover el proyecto
humanizado de Dios, lo que él llamaba reino de Dios. Este proyecto no es
propiamente una religión. Va más allá de las creencias, preceptos y ritos de
cualquier religión.
Según Jesús, el misterio último de la vida es un Dios, Padre
de todos. La humanidad es sencillamente la familia de todos sus hijos e hijas.
El único objetivo del Padre aquí, en esta tierra, es ir construyendo una
familia donde reine cada vez más la justicia, la igualdad, la solidaridad. Este
es el camino para hacer un mundo cada vez más humano donde todos podamos vivir
con dignidad. Y también el que nos permite a los creyentes vivir con la
esperanza de conocer un día, más allá de la muerte, la Plenitud de la vida para
toda la humanidad.
Creer en un Dios, Padre de
todos, nos puede ayudar en estos tiempos a sentirnos no solo miembros de la
misma especie sino hijas e hijos de una única familia. El experimentar que
todos somos hermanos puede reforzar nuestra capacidad de crecer en solidaridad.
El vivir en actitud de fraternidad nos puede impulsar a buscar el bien común de
toda la humanidad, empezando por los más pobres y necesitados. La gran llamada
de Jesús a los seres humanos es esta: «Ante todo, buscad el reino de Dios y su
justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura» (Mateo 6,33).
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